Redacción: Inés Arroyo
El año 2024 será recordado como un período marcado por contrastes significativos, donde los conflictos bélicos, el cambio climático y los avances tecnológicos dejaron huellas profundas en la política y la vida cotidiana de millones de personas. Los eventos de este año subrayan la urgencia de tomar decisiones globales para enfrentar los desafíos más graves que el mundo enfrenta.
La guerra en Ucrania continuó este año con una intensidad creciente. A pesar de las sanciones impuestas a Rusia, los combates en el este del país se intensificaron, dejando una estela de víctimas y desplazados. La situación humanitaria se volvió cada vez más desesperante, mientras las posibilidades de una resolución pacífica parecían cada vez más remotas. Al mismo tiempo, el conflicto en Gaza entre Israel y Hamás alcanzó niveles extremos de violencia, con miles de víctimas civiles y un creciente sufrimiento en la región. En Siria, el fin del régimen de Bashar al-Ássad trajo consigo más incertidumbre política, dejando al país atrapado en una espiral de inestabilidad.
A la par de estos conflictos, el cambio climático se consolidó como una de las mayores amenazas globales. En 2024, fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones en Valencia, el ciclón “Chido” en Mayotte y los huracanes en Acapulco, pusieron de manifiesto la magnitud de la crisis ambiental. Estos eventos devastadores dejaron en claro que el cambio climático ya no es un riesgo a futuro, sino una realidad urgente que afecta directamente la vida de millones de personas. La necesidad de tomar medidas efectivas para frenar el calentamiento global se hace más apremiante que nunca. Las soluciones deben ser colectivas, tanto a nivel individual como industrial, para mitigar los efectos de esta crisis.
Por otro lado, la inteligencia artificial siguió avanzando en 2024, con un impacto creciente en sectores clave como la salud, la educación y la industria. Sin embargo, este progreso también ha traído consigo nuevos desafíos. Las infraestructuras tecnológicas que alimentan la inteligencia artificial requieren grandes cantidades de recursos naturales, lo que agrava aún más el problema climático. Además, las condiciones laborales de los trabajadores que alimentan estos sistemas en lugares como Kenia han sido objeto de preocupación, debido a jornadas extenuantes y la exposición a contenido dañino. El aumento del uso de la tecnología también ha incrementado los riesgos relacionados con la ciberseguridad y la privacidad, lo que pone de relieve la necesidad de un marco legal que regule estas cuestiones de manera más estricta.
En el ámbito político, 2024 fue un año de cambios importantes. En Estados Unidos, la reelección de Donald Trump generó incertidumbre sobre las relaciones del país con las grandes tecnológicas y las políticas sobre privacidad. En Francia, el gobierno de Emmanuel Macron sufrió un golpe con la renuncia de tres primeros ministros en un solo año, lo que dejó al país en una situación política difícil. Además, en Alemania, el canciller Olaf Scholz convocó elecciones anticipadas debido a los crecientes problemas de gobernabilidad.
Al mirar hacia 2025, el balance de 2024 nos deja lecciones valiosas. Desde la necesidad urgente de abordar el cambio climático hasta la regulación ética de los avances tecnológicos, este año nos recuerda que los desafíos globales solo pueden ser enfrentados con acción colectiva y responsabilidad. Si bien las crisis de guerra, medioambientales y tecnológicas siguen siendo una constante, también nos presentan una oportunidad para cambiar el rumbo y construir un futuro más justo, sostenible y pacífico.
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