Ciencia ambiental

Agroecología urbana: ciencia y comunidad que transforman las ciudades

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Redacción: Carolina Herrera

La agroecología urbana convierte azoteas, patios y espacios grises en ecosistemas sostenibles. Respaldada por la FAO y proyectos comunitarios, esta práctica mejora los suelos, aumenta la biodiversidad y fortalece la justicia social desde la ciudad. 

En medio del ritmo acelerado de la ciudad, la agroecología urbana se enfoca en tejer una red de conciencia y reconexión de las personas con los alimentos que consumen. Más que una tendencia, se ha convertido en una forma real y sostenible de transformar espacios grises en lugares llenos de vida y color. 

Integrando conocimientos ecológicos con prácticas comunitarias, la agroecología urbana crea huertos que funcionan como pequeños ecosistemas dentro de la ciudad. Siendo no solo una ciencia aplicada, sino también parte de una colectividad que lucha contra el movimiento urbano: cada siembra, planta, maceta y hasta composta son parte de una historia de resistencia. 

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés), estos sistemas se diseñan para mejorar la salud del suelo, reducir el uso de químicos y aumentar la resiliencia de los cultivos. La idea clave es imitar a la naturaleza, pero desde casa; en una azotea, patio o cualquier rincón que sea óptimo para dar vida.

Además, esta práctica mantiene una cercanía con el ámbito social, ambiental y educativo. Los huertos urbanos con el enfoque de agroecología mantienen una mayor diversidad de especies, lo que favorece la estabilidad de los cultivos y atrae insectos benéficos. 

No obstante, el impacto no solo queda en eso, sino que estos espacios también se convierten en puntos de encuentro para distintas personas, en donde ningún rasgo, contexto, edad o historia es impedimento para plantar aprendizaje colectivo. La IBERO destaca que esta práctica fortalece la justicia social al abrir espacios participativos donde la comunidad decide cómo producir y distribuir sus propios alimentos. 

Existen proyectos de agroecología en ciudades como Guadalajara y Querétaro, donde se ha demostrado que estos espacios no sólo regeneran suelos, sno también relaciones. Transformado la desconexión como una ventana de oportunidad para fortalecer este tipo de iniciativas comunitarias que son respaldadas por la ciencia detrás de esta prácticas: compostaje, asociaciones de plantas, control biológico de plagas y manejo eficiente del agua. 

Desde quienes siembran en azoteas hasta quienes cuidan pequeñas camas de cultivo en patios compartidos, la agroecología urbana se convierte en una práctica accesible que cualquiera puede iniciar con recursos básicos. Por eso, antes de pensar en grande, vale la pena empezar con acciones sencillas que puedan transformar cualquier rincón de la ciudad. 

Aquí tienes una miniguía de práctica:

  • Elige plantas diversas para atraer polinizadores y equilibrar el huerto
  • Aprovecha la composta para nutrir el suelo sin químicos
  • Para un mayor impacto, invita a tu comunidad a participar.
  • Implementa el riego eficiente o recoge el agua de lluvia.
  • Comparte lo que cosechas, fomenta esta práctica. 

En cada semilla hay un recordatorio de que la ciudad también puede ser fértil, que los espacios comunes pueden reinventarse y que la ciencia no siempre vive en sólo los laboratorios, sino que puede llegar a las manos y a la transformación comunitaria. 

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