Energías renovables

Argentina avanza hacia un modelo energético solar y descentralizado 

Redacción:  Naomi Vargas 

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Argentina está dejando atrás la idea de que la energía solo puede provenir de grandes centrales y kilómetros de cableado. Hoy, miles de ciudadanos están instalando paneles solares en techos de viviendas, industrias y cooperativas, generando su propia electricidad y aportando el excedente a la red pública. Este fenómeno, conocido como generación distribuida, posiciona al país dentro de la transición energética global y abre un nuevo capítulo en el sector renovable. 

La Ley 27.424 es el motor de este cambio. La normativa permite que usuarios residenciales y empresas produzcan energía solar para autoconsumo y vendan lo que no utilicen, obteniendo un descuento directo en la factura. El sistema opera mediante medidores bidireccionales que registran tanto la energía consumida como la generada. Además, el marco legal ofrece incentivos fiscales y proyecta una meta contundente: alcanzar 1.000 MW de energía solar instalada para 2030, lo que implicaría una reducción significativa en emisiones de carbono y dependencia de combustibles fósiles. 

El crecimiento ya es visible. De acuerdo con datos de la Secretaría de Energía, Argentina superó los 3.300 usuarios-generadores y alcanzó más de 97.000 kW instalados en menos de un año, lo que representa un aumento del 67% en capacidad. Provincias como Córdoba, Buenos Aires y San Juan lideran este avance debido a su creciente conciencia ambiental y a la reducción progresiva del costo de los paneles solares. La inversión inicial, que va de 2.000 a 2.500 dólares según el tamaño del sistema, suele amortizarse entre cuatro y seis años, haciendo que la energía solar deje de ser un lujo y pase a ser una decisión estratégica y rentable. 

La energía distribuida también genera beneficios colectivos. Cuando los paneles producen electricidad en horas de mayor demanda, como los mediodías de verano, alivian la carga sobre la red eléctrica y disminuyen las pérdidas de transmisión, que en Argentina pueden alcanzar hasta el 10%. Esto favorece a las distribuidoras, mejora la estabilidad del suministro y crea un sistema energético más eficiente y menos vulnerable ante cortes o picos de consumo. 

La expansión solar no solo transforma la forma de consumir energía: transforma la relación con ella. La generación distribuida fortalece la independencia de los usuarios, impulsa la economía local, combate el cambio climático y democratiza la energía. Cada instalación representa un acto de participación ciudadana en la construcción de una matriz energética más justa, limpia y descentralizada. 

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