Redacción: Fer Valdep

Un reciente estudio del grupo World Weather Attribution (WWA) vinculó de forma cuantitativa el calentamiento global con las condiciones que alimentaron los incendios masivos de agosto en España y Portugal. Según el análisis, las condiciones de calor, sequedad y viento que favorecieron los siniestros son ahora decenas de veces más probables que en un clima sin calentamiento humano, y la intensidad de estos episodios ha aumentado notablemente.
Para su análisis, se incluyeron las observaciones meteorológicas de los diez días consecutivos más calurosos en España, que precedieron a los incendios. La conclusión fue contundente: la ola de calor española era 200 veces más probable y 3 grados más cálida debido al cambio climático. Además, el estudio estimó que, en conjunto, las condiciones propicias para incendios fueron hasta 40 veces más probables y alrededor de un 30% más intensas que en la era preindustrial.
Las cifras sobre superficies afectadas y víctimas son alarmantes. Informes periodísticos y bases de datos europeas indican que la temporada 2025 pasó a ser una de las peores en décadas: España habría perdido casi 4,000 km² (casi 400,000 hectáreas) y, en conjunto con Portugal, la zona quemada durante el episodio alcanzó cifras estimadas en cientos de miles de hectáreas. Hay reportes puntuales que elevan el total en la UE por encima del millón de hectáreas este año. Las autoridades también informaron de varias muertes, miles de evacuados y comunidades enteras afectadas.
Los factores que propiciaron la propagación del fuego no son solo climáticos. El WWA y distintos análisis periodísticos subrayan que la combinación de una ola de calor extrema con problemas estructurales —como la despoblación rural, el abandono de prácticas tradicionales de gestión del territorio, la acumulación de combustible vegetal y un ritmo insuficiente de prevención— multiplicó la vulnerabilidad de paisajes y poblaciones. En muchos lugares, la falta de cortafuegos, pastoreo y quemas controladas dejó a los bosques con material combustible listo para arder.
Frente a este panorama, expertos y autoridades proponen una serie de medidas inmediatas y a largo plazo. Entre ellas se destacan: la mejora de la gestión del territorio (con pastoreo dirigido, limpiezas y quemas controladas), el refuerzo de brigadas y recursos aéreos, planes regionales de cooperación para emergencias y sistemas de alerta temprana. Al mismo tiempo, los analistas insisten en que la única solución de fondo es reducir drásticamente las emisiones globales de gases de efecto invernadero para frenar el aumento de la frecuencia e intensidad de las olas de calor que hacen que estos incendios sean más probables.
El mensaje de la investigación es claro: aunque mejorar la prevención y la gestión forestal puede mitigar los daños, sin políticas climáticas ambiciosas que limiten el calentamiento, episodios como el de este verano serán cada vez más comunes y severos. La combinación de adaptación (mejor manejo del territorio y preparación) y mitigación (recorte de emisiones) parece ser la única vía para reducir tanto la magnitud como la probabilidad de catástrofes futuras.