Cambio climático

Captura de carbono: ¿Solución definitiva o una distracción peligrosa para el cambio climático?

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Redacción:  Amairany Ramírez  

En la urgente carrera contra el cambio climático, una tecnología ha emergido como protagonista de un intenso debate: la captura, utilización y almacenamiento de carbono (CCUS). Prometida como una herramienta clave para reducir las emisiones de CO2 y frenar el calentamiento global, esta solución tecnológica se encuentra bajo el escrutinio de expertos y ambientalistas que cuestionan su eficacia y el papel que realmente juega en la descarbonización del planeta. 

¿Qué es la captura de carbono (CCUS)? 

Es un conjunto de tecnologías diseñadas para atrapar el dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero, de grandes fuentes contaminantes como centrales eléctricas, fábricas o incluso directamente del aire. Una vez capturado, el CO2 se comprime, se transporta (generalmente por tuberías) y luego se almacena de forma segura en formaciones geológicas subterráneas, como rocas porosas o depósitos de sal, donde se espera que permanezca por cientos o miles de años. También puede ser “utilizado” para otros fines industriales. 

El primer proyecto de almacenamiento de carbono en alta mar del mundo, Sleipner en Noruega, fue construido en 1996 y almacena alrededor de 1 millón de toneladas métricas de CO2 al año, siendo considerado un éxito pionero. Gobiernos e industrias están invirtiendo fuertemente en esta tecnología; por ejemplo, el Reino Unido anunció una financiación de más de 25.000 millones de dólares para CCUS en 2023, y Estados Unidos ha destinado miles de millones a proyectos similares. 

Paradójicamente, la CCUS no nació como una solución climática, sino en la industria petrolera durante los años 70 y 80. Las compañías la usaban para la “recuperación mejorada de petróleo” (EOR), inyectando CO2 para extraer más crudo de pozos difíciles de alcanzar. 

Y aquí radica una de las principales críticas: casi tres cuartas partes del carbono capturado hoy se sigue utilizando para extraer más petróleo. Esto lleva a muchos a argumentar que la CCUS, en su forma actual, no nos está alejando de los combustibles fósiles, sino que los perpetúa y se convierte en una “distracción” o “táctica dilatoria” que desvía la atención de soluciones más efectivas como las energías renovables. El mismo CO2 que se captura para reducir emisiones, termina ayudando a liberar más CO2 a la atmósfera al quemar el petróleo adicional extraído. 

A pesar de estas críticas y desafíos, algunos expertos defienden un papel para la CCUS, especialmente en industrias “difíciles de descarbonizar” como la fabricación de cemento y acero, que son grandes emisoras de CO2 y donde no hay otras soluciones fáciles. Sally Benson, investigadora de energía de la Universidad de Stanford, sostiene que la tecnología es esencial para capturar el CO2 de estos procesos industriales mientras la sociedad transiciona a nuevas fuentes de energía. Sabine Fuss, economista climática, sugiere que la CCUS se priorice en casos donde no existan otros enfoques razonables para reducir las emisiones, e incluso aboga por financiar la captura directa del aire a pesar de su alto costo, como una medida de seguridad en caso de que superemos los objetivos climáticos. 

La comunidad científica coincide en que, dada la urgencia y las incertidumbres, la prioridad debe ser reducir las emisiones a corto y medio plazo, en lugar de depender de la absorción de CO2 a largo plazo. 

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