Redacción: Ximena Zarahi Moreno Luna
La iniciativa convoca a personas, comunidades y organizaciones a expresar un compromiso ético y colectivo con el planeta ante la crisis ambiental y ecológica global.

En un momento histórico marcado por la crisis climática, la pérdida acelerada de biodiversidad y el deterioro de los ecosistemas, surge Carta Colectiva a la Tierra como una iniciativa simbólica y política que busca articular una respuesta ciudadana frente a los desafíos ambientales más urgentes de nuestro tiempo. Más que un documento, se trata de un ejercicio de conciencia colectiva que reconoce la interdependencia entre las personas, la naturaleza y los sistemas que sostienen la vida.
La Carta Colectiva a la Tierra plantea la necesidad de replantear la relación de la humanidad con el planeta, partiendo del reconocimiento de los límites ecológicos y de la responsabilidad compartida en su cuidado. En un contexto donde los efectos del cambio climático ya se manifiestan en forma de sequías prolongadas, eventos meteorológicos extremos, inseguridad alimentaria y desplazamientos forzados, la iniciativa busca generar un espacio de reflexión y acción desde lo colectivo.
El documento convoca a distintos sectores de la sociedad (ciudadanía, comunidades indígenas, organizaciones civiles, académicos, juventudes y personas defensoras del medio ambiente) a expresar, mediante su adhesión, un compromiso con la protección de la Tierra como hogar común. Esta visión se aleja de enfoques individualistas y pone énfasis en la acción conjunta, entendiendo que la crisis ambiental no puede resolverse de manera fragmentada ni aislada.
Uno de los ejes centrales de la Carta es el reconocimiento de que la degradación ambiental está estrechamente vinculada con desigualdades sociales y económicas. Las poblaciones más vulnerables suelen ser las más afectadas por la contaminación, la escasez de agua y la pérdida de medios de subsistencia, a pesar de ser quienes menos han contribuido al deterioro ambiental. Desde esta perspectiva, la Carta Colectiva a la Tierra incorpora una dimensión de justicia ambiental, que exige transitar hacia modelos de desarrollo más equitativos y sustentables.
Asimismo, la iniciativa destaca la importancia de recuperar valores como el cuidado, la corresponsabilidad y el respeto por los ciclos naturales. Frente a décadas de explotación intensiva de los recursos naturales, la Carta propone un cambio de paradigma que priorice la regeneración de los ecosistemas y el bienestar de las generaciones presentes y futuras. Este enfoque reconoce el conocimiento ancestral de los pueblos originarios y su relación armónica con la naturaleza como una fuente fundamental de aprendizaje.
La Carta Colectiva a la Tierra también funciona como un llamado a la acción para los tomadores de decisiones. Si bien se construye desde la sociedad, el documento interpela a gobiernos e instituciones para que asuman compromisos reales, medibles y coherentes con la magnitud de la crisis ambiental. La ciudadanía organizada, a través de este ejercicio, busca incidir en la agenda pública y fortalecer la exigencia de políticas ambientales ambiciosas y con enfoque de derechos humanos.
En el plano cultural, la iniciativa resalta el papel de la palabra como herramienta de transformación. Escribirle a la Tierra, de manera colectiva, implica reconocerla como sujeto de valor y no solo como un recurso. Este gesto simbólico adquiere una fuerza política al ser compartido y replicado, generando un sentido de pertenencia y responsabilidad común.
Carta Colectiva a la Tierra se suma así a una serie de esfuerzos globales que buscan reconstruir el vínculo entre humanidad y naturaleza. En un escenario de urgencia ambiental, la iniciativa propone detenerse, reflexionar y actuar desde lo colectivo, recordando que el futuro del planeta no es una abstracción, sino una responsabilidad compartida que se construye en el presente.
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