Ciencia ambiental

La geoingeniería solar: una idea brillante que podría volverse oscura 

Redacción:  Hena M. Andrés Cuevas  

Científicos advierten que manipular la luz del sol para enfriar el planeta podría causar daños graves si se aplica sin control global. Aunque promete enfriar la Tierra, el riesgo de alterar el clima es demasiado alto si no se hace con responsabilidad. 

luz del sol 2

El planeta ya tiene demasiados frentes abiertos frente al cambio climático, y ahora uno más aparece en escena: la llamada “geoingeniería solar”. Según un informe reciente de la Royal Society, esta tecnología que busca reflejar parte de la luz del sol para enfriar la Tierra podría parecer una solución rápida, pero también trae riesgos muy serios si se utiliza sin cuidado o sin una coordinación global.  

Imagina que alguien decide, por su cuenta, lanzar partículas de azufre en la estratosfera o provocar que nubes marinas reflejen más luz. En teoría, esas técnicas podrían bajar un poco la temperatura media del planeta. Pero si se hacen solo en ciertas partes, sin supervisión, podrían generar huracanes más fuertes en el Atlántico Norte, sequías severas en África o hasta el colapso de la selva amazónica. El informe advierte que un uso mal planificado o “no coordinado” equivaldría a jugar con el clima y podría provocar desastres regionales.  

¿Qué hace que esto sea tan complicado? Primero: estas tecnologías no solucionan la causa raíz del calentamiento global, que es la emisión de gases de efecto invernadero por la quema de combustibles fósiles. Solo “tapan” el síntoma por un tiempo.  

Segundo: si se realiza y luego se detiene de golpe, sin haber reducido las emisiones, podría venir un “choque de terminación” (termination shock) un aumento rápido de varios grados en poco tiempo lo que implicaría un caos climático difícil de afrontar para la mayoría de los ecosistemas y sociedades.  

El informe recoge dos de las técnicas bajo más estudio: la inyección estratosférica de dióxido de azufre (SO₂) y el “blanqueamiento de nubes marinas”. En el primer caso, el modelo se inspira en lo que ocurre tras grandes erupciones volcánicas (por ejemplo, la erupción del Mount Pinatubo en 1991 bajó la temperatura global unos 0.5 °C durante un par de años). Pero los científicos subrayan que los experimentos volcánicos no replican las condiciones complejas del mundo real.  

En el segundo método, se busca “alegrar” las nubes sobre el océano para que reflejen más luz. Suena creativo, pero también entraña efectos secundarios que no están bien medidos. 

Entonces, ¿cuál es la conclusión? Los autores del informe dicen algo simple pero poderoso: si alguna vez se va a usar la geoingeniería solar, debe hacerse con muchísimo cuidado, de forma global, transparente y coordinada, porque los riesgos de que lo haga solo un actor o varios sin control son altísimos.  

Mientras tanto, el mensaje queda claro: no sirve confiar en esta tecnología como sustituto de reducir emisiones y apostar por energías limpias. Esa sigue siendo la base. 

La geoingeniería solar podría ser una herramienta del futuro, pero también podría convertirse en un problema aún mayor si se maneja mal. Y lo que está en juego no es sólo “el clima”, sino vidas, ecosistemas y regiones enteras que podrían quedar expuestas sin pensar en las consecuencias globales. 

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