Redacción: Inés Arroyo
El tizón tardío, que causó la hambruna irlandesa de 1845, vuelve a amenazar la producción de papa, especialmente en los Andes peruanos, donde el cambio climático ha facilitado su expansión. Ante esta crisis, científicos del Centro Internacional de la Papa (CIP) han desarrollado una variedad resistente a la enfermedad: CIP-Matilde. Esta innovación reduce la necesidad de fungicidas y fortalece la seguridad alimentaria.
El proyecto es el resultado de un esfuerzo colaborativo con agricultores locales, quienes participaron en la selección de variedades, considerando factores como el sabor, la calidad nutricional y el rendimiento, asegurando su aceptación y éxito en el mercado.
La estrategia del CIP no se limita a la papa. Investigadores globales también exploran la diversidad genética de otros cultivos tradicionales para mejorar su resistencia a enfermedades y condiciones extremas, como sequías e inundaciones. Cultivos como el guisante, el frijol tépari y el arroz sumergible están siendo mejorados para enfrentar los desafíos del cambio climático.
La edición genética, mediante tecnologías como Crispr-Cas9, se ha convertido en una herramienta crucial para desarrollar cultivos más resistentes sin recurrir a modificaciones genéticas tradicionales. Aunque algunos países aceptan esta técnica, persisten los debates sobre la dependencia de los agricultores a semillas patentadas por grandes corporaciones.
La biodiversidad agrícola enfrenta una amenaza crítica. Sin acciones para diversificar la producción y fortalecer la resiliencia de las plantas, cultivos vitales como el cacao y el banano podrían estar en peligro. Iniciativas como la del CIP ofrecen una posible solución para asegurar el futuro de la agricultura en un mundo cada vez más afectado por el cambio climático.
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