Hena M. Andrés Cuevas
Comunidades urbanas están integrando rituales ambientales como cierres de ciclo, combinando trueque, reforestación y acciones colectivas que fortalecen la educación ecológica y la participación ciudadana.
En varias ciudades del país, el cierre de año se está convirtiendo en una oportunidad para que la ciudadanía se reúna en torno a prácticas ambientales que buscan reducir residuos, fortalecer la economía circular y promover hábitos sostenibles. Aunque no son rituales en el sentido tradicional, estas acciones sí funcionan como encuentros colectivos que marcan el final del ciclo anual con un mensaje claro: despedir el año cuidando el entorno.
Una de las iniciativas más representativas es el Mercado del Trueque de la Ciudad de México, un programa activo y documentado que permite a las personas intercambiar residuos reciclables por plantas, hortalizas o productos sustentables. En su edición de cierre de año, este mercado suele reunir a cientos de personas que entregan PET, vidrio, papel, latas o Tetra Pak, y a cambio reciben artículos útiles para sus hogares. La dinámica no solo incentiva el reciclaje, sino que genera un punto de encuentro donde familias completas participan para “cerrar” el ciclo de sus residuos acumulados.
Además del trueque, en distintos estados se realizan campañas de reciclaje organizadas por colectivos ambientales, asociaciones civiles y autoridades locales. Algunas de estas jornadas han logrado reunir cantidades relevantes de residuos. Por ejemplo, recientemente se informó que una campaña comunitaria logró recolectar alrededor de 30 toneladas de materiales como cartón, vidrio, electrónicos y plásticos en un solo esfuerzo coordinado. Estos resultados muestran que la participación ciudadana sigue siendo un motor importante para disminuir la presión sobre los rellenos sanitarios y fomentar hábitos de separación desde casa.
También se encuentran activas diversas campañas de reciclaje de PET, impulsadas tanto por gobiernos locales como por organizaciones especializadas. En varias escuelas y oficinas públicas se han colocado contenedores para reunir botellas, fomentar la separación adecuada y promover el manejo responsable de estos materiales. Estas acciones suelen intensificarse hacia el final del año, cuando muchas instituciones aprovechan para hacer un cierre de inventarios y entregar lo recolectado a centros de acopio certificados.
En algunos municipios se han promovido intercambios comunitarios de objetos, ropa o libros, pequeñas ferias que permiten extender la vida útil de los productos y evitar que terminen en la basura. Aunque se organizan en distintas fechas, muchos de estos eventos se programan en los últimos meses del año como parte de un esfuerzo colectivo para fomentar el consumo responsable.
Este tipo de iniciativas, diversas entre sí pero unidas por una intención común, han ido tomando fuerza como prácticas que acompañan el cierre de ciclo. La ciudadanía no solo participa por obligación o por cumplir una meta personal: lo hace porque encuentra en estas actividades una forma tangible de contribuir a un entorno más limpio y sostenible. Así, el fin de año se convierte en un recordatorio de lo que se puede lograr cuando la comunidad se organiza y decide adoptar hábitos más responsables.

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