Redacción: Regina De Quevedo
Este fenómeno, ha sido impulsado por la urbanización y la falta de contacto con espacios verdes y ha generado nuevos desafíos para la sostenibilidad y el bienestar colectivo, de acuerdo con un estudio de científicos suecos.
Este concepto hace referencia al miedo o disgusto por la naturaleza y ha aumentado en las sociedades actuales, de acuerdo con un estudio de investigadores suecos. Estudios recientes, como la revisión sistemática dirigida por Johan Kjellberg Jensen de la Universidad de Lund, mencionan que este fenómeno puede lograr consecuencias relevantes tanto para la salud pública como para los refuerzos de conservación ambiental. A comparación de las creencias tradicionales que respaldan que los seres humanos sienten conexión innata por la naturaleza, los nuevos estudios demuestran que gran parte de las personas, especialmente en contextos urbanos y entre niños, experimentan sensaciones de temor, incomodidad o incluso repulsión ante el contacto con animales, plantas y espacios naturales.
De acuerdo con Jensen, “la urbanización combinada con las actitudes de los padres puede aumentar los sentimientos negativos y la percepción de peligro en la naturaleza entre los niños”, una tendencia que aumenta aún más a menores que crecen en ciudades, lejos de espacios verdes. El estudio publicado en Frontiers in Ecology and the Environment revisó más de 200 artículos científicos de distintos campos de investigación y se encontraron hallazgos de trabajos académicos globales, incluidos estudios realizados en Suecia, Japón y Estados Unidos, para ofrecer un panorama completo de la biofobia.
Las causas de la biofobia son distintas y abarcan factores externos e internos. De acuerdo con la revisión publicada por la Universidad de Lund, la urbanización y el no tener contacto directo con la naturaleza, crean una percepción de peligro y son de los principales detonantes extremos. Por otra parte, el estado de salud y los rasgos emocionales también pueden contribuir a la aparición de emociones negativas. Además, la falta de conocimiento sobre la naturaleza y la exposición limitada a ella pueden reforzarse mutuamente y generar un círculo vicioso de evitación y desconocimiento.
Aquellos que evitan el contacto con la naturaleza, se pierden de los beneficios que este proporciona, como la reducción de estrés y la mejora del rendimiento escolar en los niños. La biofobia también puede fomentar actitudes y comportamientos contrarios a la conservación ambiental y la sostenibilidad, como la aversión a especies que resultan inofensivas o beneficiosas para los seres humanos.
Los expertos recomiendan profundizar en el estudio de la biofobia, ya que existe una necesidad de enfoques interdisciplinarios, atención a diferencias culturales y regionales, y la realización de estudios longitudinales que puedan lograr comprender la evolución de la relación entre los humanos y la naturaleza. De esta manera, será posible crear estrategias efectivas que tomen en cuenta las causas y consecuencias de este fenómeno emergente.
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