Redacción: Raquel García

La Ciudad de México (CDMX) se encuentra en una emergencia ambiental integral, donde la contaminación no solo afecta el aire que respiramos, sino también el agua que consumimos, el suelo donde cultivamos y el ruido de nuestro día a día. Los datos recopilados hasta 2025 confirman una superación crónica de las normativas de salud, poniendo en riesgo grave a la población metropolitana.
El monitoreo atmosférico (SIMAT) revela que los principales contaminantes del aire se mantienen muy por encima de los límites legales y las recomendaciones internacionales. Los más preocupantes son partículas finas (PM2.5 y PM10), polvos muy pequeños que se meten hasta el fondo de los pulmones. El Ozono (O3), un gas tóxico, se estima que debido a este contaminante entre el 35% y 37% de los días al año se consideren de “mala calidad”. El tráfico vehicular es el principal responsable, ya que emite cerca del 90% de los contaminantes aéreos, incluyendo el 90% del CO y el 45% de los óxidos de nitrógeno (NOx).
La situación del agua es alarmante. Cada año, miles de toneladas de contaminantes, incluyendo 2,814 kg de plomo, son vertidos a los drenajes. La Comisión Nacional del Agua (Conagua) indica que solo el 55% de las aguas residuales de la ciudad recibe un tratamiento adecuado. El 80% de los cuerpos de agua están contaminados con metales pesados, nitratos y bacterias provenientes de descargas domésticas e industriales sin tratar. Además, en el agua subterránea se han detectado niveles de arsénico y fluoruros por encima de los establecidos por la OMS.
En cuanto al suelo, la acumulación de plomo, mercurio y pesticidas de vertederos ilegales y la agricultura en la periferia ha degradado cerca del 40% de las áreas verdes. Además, la CDMX genera unas 13,000 toneladas de basura al día, con una tasa de reciclaje inferior al 10%.
La contaminación auditiva es otro problema que afecta la salud pública. En las avenidas más transitadas, el ruido supera los 70 decibeles (dB), muy por encima del límite diurno de 55 dB recomendado por la OMS. Finalmente, la contaminación lumínica y térmica agrava el conocido “efecto isla de calor”, haciendo que la temperatura en el centro de la ciudad sea hasta 5°C superior al promedio de las zonas rurales circundantes.
Estos datos confirman que la CDMX vive una crisis ambiental multifacética. La falta de control en emisiones vehiculares, industrias y el manejo inadecuado de residuos están vinculados directamente con un aumento de enfermedades respiratorias, gastrointestinales y casos de cáncer en sus 9 millones de habitantes. La urgencia obliga a implementar políticas integrales, incluyendo el aumento en el tratamiento de aguas, la promoción de vehículos eléctricos y la remediación de suelos contaminados.
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