Redacción: Fer Valdep
El Valle de Cuatrociénegas, en Coahuila, es un área de gran valor científico y biológico: se extiende unos 80 km de norte a sur y 25 km de este a oeste, y en ese territorio relativamente pequeño viven alrededor de 60 especies endémicas. Forma parte de la Reserva de la Biósfera Cuatrociénegas y fue decretado Área de Protección de Flora y Fauna en 1994. Además, el sitio está registrado como Sitio Ramsar, lo que subraya su importancia como humedal de relevancia internacional.
Su singularidad se explica por el aislamiento geográfico, las condiciones extremas y los cuerpos de agua con propiedades químicas particulares. Estas pozas cristalinas y sus condiciones —salinidad elevada, bajo contenido de nutrientes y química estable— han permitido la evolución de comunidades microbianas que han sobrevivido por miles de años.
Entre las formaciones más notables de Cuatrociénegas están los estromatolitos: estructuras laminadas formadas por microorganismos fotosintéticos (principalmente cianobacterias) que generan montículos sólidos en el fondo de las pozas. Estas comunidades son consideradas “fósiles vivientes”, puesto que mantienen estrategias metabólicas similares a las de organismos primigenios y ayudan a comprender cómo la vida primitiva transformó la atmósfera terrestre.
Precisamente por estas características únicas, la NASA ha mostrado un gran interés en Cuatrociénegas desde principios de los años 2000. La zona es un modelo terrestre perfecto para entender Marte, ya que permite estudiar cómo los microorganismos dejan huellas físicas y químicas en las rocas. En teoría, estas señales podrían usarse para identificar rastros de vida pasada en otros planetas.
No obstante, Cuatrociénegas enfrenta amenazas serias: la sobreexplotación de aguas subterráneas para uso agrícola ha reducido el flujo hacia pozas y manantiales, además de riesgos por cambios en la calidad del agua, la introducción de especies exóticas y la presión de un turismo no regulado. Estas alteraciones ponen en peligro ecosistemas que tardaron millones de años en formarse.
Ante ese panorama, Pronatura Noreste impulsa labores de restauración y conservación de humedales en la región. A inicios de 2025, en colaboración con la International Community Foundation (ICF), comenzaron trabajos en el sistema acuático Garabatal (ejido Ciénegas) que incluyen limpieza de canales, retiro de sedimentos y poda de plantas muertas, realizados con brigadas locales y en coordinación con la CONANP. Estas acciones buscan recuperar servicios ecosistémicos —seguridad hídrica, regulación climática y hábitat— y benefician a especies emblemáticas como el cachorrito de Cuatrociénegas (Cyprinodon bifasciatus), la mojarra endémica (Herichthys minckleyi) y la tortuga de bisagra (Terrapene coahuila).
Pronatura Noreste también trabaja en sitios afectados por sequía, como la Laguna Churince, mediante soluciones restaurativas —pequeños diques, control de plantas invasoras y restricciones a actividades humanas dañinas— con el objetivo de proteger el legado evolutivo, biológico y científico del valle. Estos esfuerzos buscan asegurar que este “laboratorio viviente” continúe aportando conocimiento para futuras generaciones y mantenga la extraordinaria biodiversidad de la región.
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