Redacción: Carolina Herrera

Regresando como un símbolo cultural, el Tacaé del Sur representa el resultado de una indispensable colaboración científica y política para la preservación de animales creídos extintos. Creando una esperanza, esta ave de Nueva Zelanda emprende camino a un nuevo futuro.
Originaria de la Isla Sur de Nueva Zelanda, esta ave no voladora se consideraba extinta desde el siglo XIX. Sin embargo, tras un arduo trabajo por más de 70 años, hoy en día se convierte en un capítulo más en la historia de la biología de la conservación.
Las montañas Murchison fueron testigos del hallazgo en 1948, donde ejemplares vivos de esta especie fueron encontrados por un grupo de biólogos que exploraban la zona. Así impulsando un proyecto contra su extinción y priorizando su protección contra los depredadores invasores como hurones y gatos salvajes.
El gobierno neozelandés y la comunidad científica crearon un programa para esta ave sin habilidad de volar y con un comportamiento dócil, donde implementaron santuarios libres de depredadores y programas de cría en cautiverio. En palabras de la directora del programa de recuperación, Deidre Vercoe estas estrategias “redujeron significativamente la presión de especies invasoras, permitiendo la recuperación sostenida del Tacaé”. De igual forma se aplicó vigilancia genética y técnicas avanzadas de reproducción asistida.
Teniendo hoy en día más de 500 ejemplares, para los maoríes, población de la tribu Ngāi Tahu, el avistamiento de las plumas verdeazuladas características del Tacaé significa mucho más que un progreso biológico. Representa el reencuentro con una parte de su patrimonio cultural que se creía perdido en solo recuerdos y leyendas.
La recuperación de esta histórica especie con existencia desde el Pleistoceno, es un recordatorio que no todo está perdido. El Tacaé del Sur ha regresado como un ancestro olvidado que a pesar de su inminente extinción, recobró vida gracias a la voluntad y esfuerzo para preservar la esperanza.