Redacción Marlone Serrano
Una crisis que nace en los surcos
México se seca. La sequía avanza, las presas bajan a niveles históricos y los habitantes de zonas urbanas viven con la amenaza constante de cortes de agua. Pero mientras en ciudades como Monterrey o la capital se discute sobre tandeos y pipas, el verdadero epicentro de la crisis hídrica se encuentra lejos del concreto: en los campos de cultivo.
El modelo agrícola intensivo que predomina en México —centrado en monocultivos de alto consumo hídrico como alfalfa, aguacate, berries y caña de azúcar— consume más del 76% del agua dulce disponible en el país. Esta realidad, invisibilizada por años, se ha convertido en un factor decisivo en la escasez de agua que ya afecta a millones.
El campo mexicano no solo alimenta a su población, sino también a los mercados internacionales. Pero esa productividad exportadora tiene un alto costo oculto: la sobreexplotación de acuíferos, la contaminación de cuerpos de agua y el desplazamiento de comunidades enteras sin acceso al recurso.
En el Foro “Agua, Biodiversidad y Clima para México” (El ABC para México) se darán cita expertos, gobierno y empresas los días 3 y 4 de junio en el Papalote Museo del Niño de la Ciudad de México. El evento surge como un llamado a la acción urgente ante manifestaciones evidentes del cambio climático
Es un hecho, El modelo agrícola exprime al subsuelo. Sí, en la agricultura mexicana está profundamente concentrado. El 20% de las unidades de producción agrícola utiliza el 80% del agua del sector. Y lo hace, en su mayoría, con sistemas de riego ineficientes, como inundación por canales, que desperdician hasta el 60% del líquido.
Los principales cultivos de exportación —alfalfa en el norte, aguacate en Michoacán, uva y nuez en Sonora, y berries en Jalisco— requieren volúmenes enormes de agua, a menudo extraída de acuíferos que ya presentan signos de agotamiento.
Por ejemplo, en el Valle de Mexicali, donde predomina el cultivo de alfalfa destinada al ganado, se utilizan más de 1,200 millones de metros cúbicos de agua al año, mientras que las colonias populares de la zona sufren cortes constantes. El agua subterránea, cada vez más profunda y salinizada, es un reflejo del desequilibrio.
En el sur, en Michoacán, el crecimiento vertiginoso del cultivo de aguacate ha provocado el desvío de manantiales, la deforestación de zonas de recarga hídrica y el saqueo de ríos. Según datos de la UNAM, una sola hectárea de aguacate puede consumir hasta 100,000 litros de agua al día en temporada alta.
Exportamos alimentos… y también agua
El fenómeno es conocido como “agua virtual”: cuando se exportan productos agrícolas, también se exporta el agua utilizada en su producción. En el caso de México, esto representa un drenaje invisible pero letal para sus recursos hídricos.
Un informe del Instituto de Recursos Mundiales (WRI) señala que México exporta cerca del 40% de su agua disponible a través de productos agroalimentarios, principalmente a Estados Unidos, Europa y Asia.
Esto significa que, en un contexto de escasez nacional, se prioriza el abastecimiento de mercados externos antes que garantizar el derecho humano al agua dentro del país.
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