Los huracanes, tifones y ciclones, aunque sean denominaciones diferentes, se refieren al mismo fenómeno meteorológico: un sistema tormentoso. Estos fenómenos se distinguen en función de su lugar de origen. Además, un estudio reciente resalta el impacto del cambio climático en la intensidad y duración de estos fenómenos.
Los desastres naturales causados por fenómenos meteorológicos han dejado huellas imborrables a lo largo del tiempo. Ejemplo de ello es el huracán Katrina en 2005, que devastó zonas de los Estados Unidos, o el huracán Ida en 2021, que azotó con fuerza la costa sudeste de Luisiana.
Estas tormentas, conocidas comúnmente como huracanes, ciclones o tifones, son en realidad el mismo fenómeno meteorológico. La distinción entre estas denominaciones se da principalmente por el lugar donde se producen. Así, en el Atlántico norte, Caribe y Pacífico nororiental se les llama «huracanes». En el Pacífico noroccidental se denominan «tifones». Mientras que en el océano Índico y en el Pacífico suroeste reciben el nombre de «ciclones tropicales graves» y «tormentas ciclónicas graves».
Para ser catalogados como huracán, tifón o ciclón, los vientos de una tormenta deben alcanzar velocidades de, al menos, 119 km/h. Existen categorías superiores, como el «huracán intenso» o el «supertifón», que denotan fenómenos aún más poderosos.
Además de su denominación, es importante señalar que tienen diferentes temporadas de actividad. Mientras que la temporada de huracanes en el Atlántico va desde junio hasta noviembre, en el Pacífico nororiental comienza a mediados de mayo y concluye a finales de noviembre. En el Pacífico noroccidental, los tifones son más comunes entre junio y diciembre.
Sin embargo, una preocupación creciente es el efecto del calentamiento global en la intensidad y frecuencia de estos fenómenos. Se cree que el aumento de las temperaturas atmosféricas, al calentar la superficie del mar, puede generar huracanes más fuertes. El número de huracanes de categorías 4 y 5 ha aumentado drásticamente en los últimos años. Aunque no hay un consenso científico sobre la relación directa entre el cambio climático y la frecuencia de los huracanes, es evidente que estos fenómenos siguen siendo una amenaza constante y en aumento para nuestras comunidades.
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