Redacción Melissa Paniagua
El cambio climático es uno de los mayores desafíos del siglo XXI. Con el aumento de las temperaturas globales y los fenómenos extremos, se ha vuelto urgente encontrar soluciones eficaces. La atención se ha centrado en reducir las emisiones de CO₂ y en capturar el carbono de la atmósfera. En este contexto, los ecosistemas costeros se están volviendo una pieza clave de la solución.
Los ecosistemas de carbono azul (marismas, praderas marinas y manglares) no solo capturan grandes cantidades de CO₂ a través de la fotosíntesis, sino que lo almacenan de forma segura en el suelo durante miles de años.
Estos ecosistemas se ubican en zonas costeras y están compuestos por tres hábitats principales: manglares, praderas marinas y marismas intermareales. Estos lugares no solo son refugio para muchas especies, sino que también son clave para regular el clima. Se les llama “azules” por su conexión con los océanos y son altamente efectivos para capturar CO₂, el principal gas de efecto invernadero.
Los ecosistemas de carbono azul, además de ser valiosos por su capacidad de captura de carbono, también proporcionan servicios importantes que benefician tanto a la sociedad como al medio ambiente.
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