La Belle Epoque no solo vive en los libros de historia o en los trazos de Van Gogh, Toulouse Lautrec, o Paul Gauguin.
Vive también en las conversaciones con una taza de café y en los descubrimientos que transforma la mirada que uno tiene del mundo.
Para mi esta historia comenzó en un café y con mi amiga Argentina Casas, que ya no está, pero que dejo impreso en mí su amor por el arte, su investigación y el misterio de la absenta.
Ella me hablo de la Bella Epoque como quien abre una caja secreta, platicábamos de las luces tenues de los cafés parisino, los carteles que hablaban desde los muros de Montmartre, y el verde traslucido de la bebida absenta que seducía a los artistas mientras la consumían, descubrimos que el arte no solo embellece, sino también denuncia, provoca y a veces sangra.
Vincent Van Gogh, Henri Toulouse Lautrec, Gauguin entre otros compartían rituales con la absenta, como si con esa bebida verde pudieran encontrar respuestas que no encontraban en sus pensamientos nocturnos.
Se dice que Toulouse Lautrec llevaba absenta en el mango de su bastón, que Van Gogh pintaba el mundo como si su alma se derramara en pedazos.
Que la absenta no era solo una bebida, era una lente, una grieta, una forma de ver más allá.
La Bella Epoque también fue como un escenario de excesos y resistencia.
Ese período entre 1870 y 1914 no fue solo un tiempo de esplendor. Fue también una época de contradicciones, donde el lujo cohabitaba con la angustia, y el arte comenzaba a revelarse, se le llamo “El teatro de la decadencia” Los artistas no solo pintaban lo que veían, sino lo que dolía.
La bebida absenta fue un símbolo de dualidad; por un lado, la embriaguez estética, por el otro, la sombra de la adicción, la alucinación y el vacío.
La bebida “El hada verde” (así también se le conocía) producía belleza, pero también locura. En sus copas se desbordaba los límites del genio.
Es así como estos artistas y otros, enseñaron que detrás de cada pincelada, puede haber un grito contenido, una historia verdadera que busca ser contada y un silencio que merece ser escuchado.
Mtra. Mayra Núñez P.
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