A lo largo de los años y conforme las nuevas generaciones viven su infancia todos quieren probar el agua de la lluvia, abrir la boca, voltear hacia arriba y que las pequeñas gotas entren en nuestra boca, pero ¿cuáles pueden ser las consecuencias?
Actualmente y luego de distintos estudios se ha comprobado que el agua de lluvia ya no es segura para el consumo humano en ningún lugar del mundo, ni siquiera en el Ártico. Lo antes mencionado ya que se han encontrado químicos como el perfluoroalquilo y polifluoroalquilo.
Ambos químicos pertenecen a los PFAS que son tóxicos y sólo se encontraban en los plásticos duros, sin embargo, desde los últimos 100 años también en el aire y agua e incluso en envases de comida rápida, bolsas de palomitas para microondas, bolsas de alimentos para mascotas, etc.
Dicha situación se ha provocado desde la creación de los plásticos que no se degradan y por lo tanto sus partículas se encuentran en todos lados, a tal grado que en la Antártida es 14 veces más alta su presencia en el agua que la recomendable para el consumo humano.
Algunas de las consecuencias de consumir constantemente los PFAS son el cáncer, infertilidad, aumento de colesterol, complicaciones de embarazo, problemas en el sistema inmunológico e incluso dentro del aprendizaje en los niños.
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