Redacción: Ximena Zarahi Moreno Luna
El agua frente al cambio climático: entre la vida y el desastre

El clima ya no es el mismo. Lo notamos cada vez que los días de lluvia llegan cuando no deberían, o cuando meses enteros pasan sin una sola gota en lugares que antes eran fértiles. El cambio climático está alterando los patrones de precipitación en todo el mundo, y las consecuencias se sienten tanto en las ciudades como en los campos. En las latitudes altas, se esperan más lluvias e incluso tormentas más intensas, mientras que en gran parte de los subtrópicos las precipitaciones podrían reducirse de forma drástica. Esta desigualdad está creando un mundo de contrastes: regiones con inundaciones devastadoras y otras con sequías prolongadas.
El agua, que debería ser sinónimo de vida, se está volviendo un factor de riesgo. Cuando las lluvias son excesivas, los cultivos se pierden bajo el lodo y las comunidades enteras quedan aisladas por inundaciones. Cuando faltan, la tierra se agrieta, los agricultores no pueden sembrar y el ganado muere de sed. Millones de personas en África, Asia y América Latina ya viven esta realidad, enfrentando temporadas de lluvias cada vez más impredecibles que ponen en jaque su seguridad alimentaria y su forma de vida.
Este desorden también se nota en las ciudades. Calles anegadas, drenajes colapsados y deslaves son parte de un mismo problema: no estamos preparados para un clima tan extremo. Lo que antes era “una tormenta de cada 20 años” ahora ocurre casi cada temporada, y lo que era una sequía excepcional empieza a ser la norma. El impacto económico es brutal: pérdidas en cosechas, infraestructura dañada y sistemas de agua potable al límite.
Pero detrás de estas estadísticas están las personas. Familias que ven cómo la cosecha de todo un año se arruina por una tormenta inesperada; niños que caminan kilómetros para conseguir agua en zonas donde la lluvia ya no llega; comunidades que deben dejar sus hogares por la sequía o las inundaciones. El cambio climático no es un futuro lejano: es una crisis presente que golpea donde más duele, en la vida diaria de quienes menos tienen.
¿Podemos hacer algo? Sí. Proteger los bosques y humedales, mejorar la gestión del agua en ciudades y campos, y sobre todo reducir las emisiones que aceleran el calentamiento global son pasos urgentes. El agua siempre encuentra su camino, pero ahora somos nosotros quienes debemos decidir si ese camino será fuente de vida o de desastre.
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