Redacción: Inés Arroyo
El cambio climático no solo es un desafío ambiental, sino también un problema social que profundiza las desigualdades entre ricos y pobres. Los fenómenos meteorológicos extremos, cada vez más frecuentes, han evidenciado cómo las comunidades más vulnerables enfrentan los mayores impactos, mientras que los países ricos logran adaptarse y protegerse con mayor eficacia.
Eventos como el ciclón “Daniel” en Libia, las olas de calor en Europa, los incendios forestales en Canadá y el huracán “Otto” en Centroamérica dejaron millones de afectados en 2023 y 2024. En cada caso, las poblaciones pobres, sin acceso a infraestructura adecuada ni recursos para recuperarse, fueron las más perjudicadas. En contraste, las naciones ricas y las clases altas mitigaron los efectos con tecnología y apoyo inmediato.
La sequía en África Occidental y el ciclón “Biparjoy” en Asia también reflejan esta desigualdad. Mientras las comunidades rurales pierden medios de vida y enfrentan desplazamientos masivos, los países con mayores recursos protegen sus infraestructuras y aseguran el bienestar de sus habitantes más privilegiados.
Estos desastres climáticos muestran que las naciones con menos recursos están atrapadas en un círculo de pobreza y vulnerabilidad. La comunidad internacional debe actuar de inmediato para cerrar esta brecha. Es urgente que los países ricos financien medidas de adaptación, transfieran tecnología y apoyen la construcción de infraestructuras resilientes en los países en desarrollo.
Sin acción global, el cambio climático seguirá ampliando la brecha entre quienes pueden protegerse y quienes enfrentan los peores efectos sin ninguna defensa.
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