Redacción: Ximena Zarahi Moreno Luna
La política climática dejó de ser prioridad para los demócratas en 2025. Aunque el partido no adopta el negacionismo climático del Partido Republicano, sí busca reformular su narrativa tras la derrota electoral de 2024. El nuevo eje es claro: el cambio climático pasó de moda y la asequibilidad domina la conversación.

En un contexto de altos precios y con Donald Trump nuevamente en la Casa Blanca, los demócratas están intentando conectar con una ciudadanía agotada por los costos energéticos. Ya no hablan tanto de crisis ambiental, sino de facturas más bajas y estabilidad económica. El senador Chris Coons, co-presidente del Caucus bipartidista de Soluciones Climáticas, lo admitió abiertamente: el clima ya no es uno de los tres temas principales del partido.
En su estrategia, los demócratas intentan responsabilizar a los republicanos por el alza en los precios de la electricidad, vinculandolo al desmantelamiento del paquete climático impulsado por Biden. A la par, moderan sus propias políticas para no parecer “ideológicos”. El mensaje: cuidar el planeta, sí, pero sin afectar el bolsillo.
El senador Brian Schatz resume esta nueva lógica: “El camino a la victoria es hablar de precio”. Los discursos sobre mitigación o justicia ambiental ya no resuenan si no se traducen en beneficios inmediatos.
Sin embargo, los datos contradicen la idea de que la energía limpia sea más costosa. Estados con mayor presencia de eólica y solar tienen electricidad más barata, y la eliminación de incentivos verdes podría elevar tarifas hasta un 7% para 2030. Aun así, el miedo político pesa más que los números.
Gobernadores como Gavin Newsom y Wes Moore están intentando equilibrar ambos frentes. Promueven leyes que reducen facturas y contaminación al mismo tiempo, demostrando que las metas climáticas y la asequibilidad pueden coexistir.
Pero mientras el debate nacional gira en torno a la economía, las consecuencias del cambio climático siguen avanzando silenciosamente. La tensión entre sostenibilidad y costo inmediato se ha convertido en el nuevo dilema político estadounidense.
Como advirtió David Hill, del Centro de Políticas Bipartidistas: “El poder fluye según las leyes de la física, no según las de la política o la economía”. En otras palabras, ignorar el clima puede ser rentable hoy, pero costoso para el futuro.

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