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El Gigante hídrico de la agricultura: desafíos y futuro del riego eficiente

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Redacción: MaJo Gutiérrez 

La agricultura se erige como el mayor consumidor de agua dulce a nivel global, un dato que cobra especial relevancia en un país como México, donde la escasez hídrica es una preocupación creciente. Se estima que este sector utiliza aproximadamente el 70% del agua dulce disponible en el mundo, una cifra que, aunque varía regionalmente, subraya la inmensa dependencia de la producción de alimentos de este recurso vital. En un contexto de cambio climático y crecimiento demográfico, entender y optimizar el uso del agua en la agricultura es más urgente que nunca para asegurar la sostenibilidad y la seguridad alimentaria. 

Este consumo masivo de agua se debe en gran medida a la extensión de las áreas cultivables y a la implementación de sistemas de riego tradicionales, que a menudo resultan ineficientes. Técnicas como el riego por inundación o por aspersión convencional pueden provocar una considerable pérdida de agua por evaporación o escorrentía antes de que sea absorbida por los cultivos. Además, la elección de cultivos con altos requerimientos hídricos en zonas áridas o semiáridas exacerba el problema, ejerciendo una presión insostenible sobre los ya mermados acuíferos y fuentes superficiales de agua. 

Ante este panorama, la implementación de prácticas de riego eficiente se vuelve indispensable. Tecnologías como el riego por goteo y el riego por microaspersión son ejemplos clave, ya que entregan el agua directamente a la raíz de la planta, minimizando las pérdidas y optimizando su absorción. Además de la tecnología, otras prácticas agronómicas son fundamentales: el monitoreo preciso de la humedad del suelo, la selección de cultivos adaptados al clima local, el uso de variedades de semillas más resistentes a la sequía y la gestión adecuada de los tiempos de riego según las necesidades específicas de cada cultivo y fase de crecimiento. 

La transición hacia una agricultura más eficiente en el uso del agua no solo es una necesidad ambiental, sino también económica para los productores. Al optimizar el riego, se reduce el desperdicio de un recurso cada vez más escaso y costoso, y se mejora la productividad de los cultivos. Fomentar la inversión en tecnologías y conocimientos en riego eficiente es una tarea conjunta de gobiernos, agricultores y la sociedad, crucial para enfrentar los desafíos hídricos actuales y futuros, garantizando la viabilidad del sector agrícola y el abasto de alimentos. 

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