Redacción: Inés Arroyo
El turismo espacial ha dejado de ser una fantasía para convertirse en una realidad. Empresas como Blue Origin, de Jeff Bezos, y Virgin Galactic, de Richard Branson, lideran una carrera para ofrecer vuelos suborbitales a turistas que quieren experimentar la gravedad cero. Sin embargo, detrás de esta nueva moda, surge una pregunta importante: ¿es realmente sostenible?
Alcanzar el espacio requiere una enorme cantidad de energía. Aunque los vuelos suborbitales son menos costosos en términos energéticos que los lanzamientos orbitales, aún representan una gran huella ecológica. Cada vuelo de Blue Origin o Virgin Galactic emite entre 60 y 90 toneladas de dióxido de carbono (CO2), lo que equivale a la huella anual de 2 a 3 personas promedio. Aunque el número de vuelos espaciales sigue siendo bajo en comparación con los miles de aviones que vuelan diariamente, el sector está creciendo rápidamente, lo que podría hacer que su impacto ambiental aumente.
Los cohetes no solo emiten CO2. También liberan gases que dañan la capa de ozono y contribuyen al cambio climático. Aunque los nuevos sistemas de lanzamiento utilizan combustibles líquidos menos contaminantes que los sólidos, siguen siendo una fuente de emisiones tóxicas.
El turismo espacial, accesible solo para unos pocos, contrasta con los esfuerzos globales por reducir el impacto ambiental. Mientras la sociedad promueve cambios como el uso de trenes en lugar de aviones y la reducción del consumo de carne, esta actividad parece ir en la dirección opuesta. Cada vuelo suborbital emite más CO2 que muchas personas en un año.
Es necesario cuestionar si el turismo espacial, aunque fascinante, vale la pena si contribuye a un modelo de consumo insostenible. La actividad representa un lujo para una minoría, mientras el resto del mundo lucha por reducir su huella de carbono.
A medida que la industria espacial crece, es crucial que la conciencia sobre su impacto ambiental también aumente. El espacio podría traer avances tecnológicos beneficiosos, pero no debemos ignorar sus costos ecológicos. La transición hacia un futuro más sostenible debe considerar los efectos del turismo espacial y cómo gestionarlo de manera responsable.
