Redacción: Naomi Vargas
Aunque la transición verde avanza, el ritmo del consumo energético global no da tregua. Un análisis de McKinsey advierte que el petróleo, el gas y el carbón continuarán siendo la base del suministro energético mundial más allá de mitad de siglo.
Mientras los gobiernos promueven energías limpias y políticas de descarbonización, el planeta sigue anclado a los combustibles fósiles. Un nuevo estudio de McKinsey & Company revela que, a pesar de los avances tecnológicos, el petróleo, el gas natural y el carbón continuarán representando una parte mayoritaria del consumo global incluso después de 2050. La consultora estima que estos recursos aportarán entre el 41% y el 55% de la energía total del mundo, una caída respecto al 64% actual, pero aún muy lejos del escenario ideal para alcanzar las metas de emisiones cero.
El documento subraya que el principal desafío es el crecimiento acelerado de la demanda eléctrica, impulsado por el desarrollo industrial, la urbanización y el auge de los centros de datos. Tan solo en Norteamérica, la necesidad de energía para alimentar estos complejos tecnológicos podría aumentar hasta 25% cada año de aquí a 2030. A nivel global, la expansión de la infraestructura digital y de construcción presionará aún más la red eléctrica, dificultando el reemplazo completo de los combustibles tradicionales por alternativas renovables.
Aunque las energías limpias podrían cubrir entre el 61% y el 67% del consumo para mediados de siglo, McKinsey advierte que su adopción no será generalizada antes de 2040, a menos que existan políticas más firmes y compromisos obligatorios. El gas natural se mantendrá como fuente clave de generación eléctrica, y el carbón —pese a sus altos niveles de contaminación— podría conservar relevancia debido a su bajo costo y amplia disponibilidad.
El informe también señala que la situación geopolítica, los precios de la energía y la búsqueda de seguridad energética están modificando las prioridades de los países, relegando las metas climáticas en favor de la estabilidad económica. Además, factores como la recesión energética, los aranceles y la lenta innovación tecnológica complican aún más el avance hacia un modelo sostenible.
Así, el panorama energético del futuro se dibuja con luces y sombras: aunque el mundo mira hacia un horizonte verde, el pulso global sigue latiendo al ritmo del petróleo.