Redacción: Naomi Vargas
Ciudades mexicanas frente al cambio climático: nuevos mapas revelan riesgos e impulsan estrategias de adaptación urbana

El cambio climático está transformando la vida en las ciudades mexicanas con una rapidez que ya no puede ser ignorada. Según el Atlas Nacional de Vulnerabilidad al Cambio Climático (ANVCC) y los datos más recientes de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), México enfrenta escenarios donde las urbes concentran gran parte de los riesgos: olas de calor extremo, inundaciones repentinas, mala calidad del aire y presión sobre los recursos hídricos. Estos fenómenos, antes percibidos como problemas aislados, hoy forman parte de un nuevo mapa de riesgos que pone en el centro a las poblaciones urbanas.
Los efectos más visibles son las olas de calor. El Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) advierte que, en ciudades como Monterrey, Hermosillo y Mexicali, las temperaturas extremas ya han superado récords históricos, incrementando casos de golpes de calor y enfermedades respiratorias. La Ciudad de México tampoco escapa: la urbanización descontrolada y la pérdida de áreas verdes han intensificado el efecto de “islas de calor urbanas”, lo que significa que el asfalto y el concreto retienen calor durante más tiempo, elevando la sensación térmica.
Otro desafío urbano son las inundaciones, cada vez más frecuentes en zonas como Guadalajara y Villahermosa. El Programa Especial de Cambio Climático 2021-2030 (PECC) advierte que los sistemas de drenaje actuales no están preparados para lluvias más intensas, lo que genera afectaciones en viviendas, transporte público y actividades económicas.
Frente a estos riesgos, varias ciudades mexicanas están adoptando medidas de adaptación. La Ciudad de México, a través de su Programa de Acción Climática 2021-2030, ha impulsado corredores verdes, techos captadores de agua y azoteas solares como parte de su estrategia para reducir la vulnerabilidad urbana. Monterrey, por su parte, ha reforzado planes de gestión hídrica tras la crisis de escasez de agua en 2022, integrando tecnologías de captación pluvial y reuso de aguas residuales.
En Mérida y Guadalajara se han puesto en marcha proyectos de movilidad sostenible, con el fin de reducir la dependencia de combustibles fósiles y mejorar la calidad del aire. Estos ejemplos muestran que la adaptación urbana no solo implica infraestructura, sino también cambios en la planeación y en la manera en que las comunidades usan el espacio público.
A pesar de los avances, el reto sigue siendo enorme. El Banco Mundial estima que el 70% de los desastres naturales que afectan a México en las próximas décadas se concentrarán en áreas urbanas. La falta de coordinación entre niveles de gobierno, la insuficiente inversión en infraestructura resiliente y la desigualdad social hacen que los riesgos climáticos se vivan con mayor intensidad en colonias marginadas.
El nuevo mapa de riesgos climáticos en México es un recordatorio de que las ciudades deben ser protagonistas de la adaptación. Integrar áreas verdes, fortalecer la gestión del agua, mejorar el transporte público y garantizar vivienda segura no son lujos, sino necesidades urgentes en un país que experimenta ya las consecuencias del cambio climático. Adaptarse no solo será cuestión de resiliencia ambiental, sino también de justicia social y de garantizar el derecho a una vida digna en los entornos urbanos.

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