El nuevo informe ambiental de Nueva Zelanda revela que sus mares se están calentando un 34 % más rápido que el promedio mundial, una tendencia que amenaza ecosistemas, comunidades costeras y sectores clave como la pesca y la infraestructura.
Redacción: Hena M. Andrés Cuevas

El mar que rodea a Nueva Zelanda está cambiando a un ritmo alarmante. Un nuevo informe ambiental del gobierno revela que las aguas del país se están calentando un 34 % más rápido que el promedio mundial, un dato que preocupa tanto a científicos como a comunidades costeras. Detrás de ese número se esconde una transformación silenciosa que ya altera ecosistemas, actividades económicas y la vida cotidiana en las zonas cercanas al mar.
Entre 1982 y 2023, la temperatura promedio de la superficie marina en las distintas regiones que rodean a Nueva Zelanda aumentó entre 0,16 °C y 0,26 °C por década, según el informe Our Marine Environment 2025, elaborado por el Ministerio de Medio Ambiente y la agencia nacional de estadísticas Stats NZ. Ese ritmo de calentamiento supera con creces el promedio global, lo que coloca a las aguas neozelandesas entre las más afectadas por el cambio climático.
El documento también advierte que la llamada frontera subtropical, una zona donde se mezclan las aguas cálidas del norte con las más frías del sur, se ha desplazado unos 120 kilómetros hacia el oeste. Este cambio modifica las corrientes marinas y afecta la distribución de especies, con consecuencias directas para la biodiversidad y la pesca. En los últimos años, científicos han observado la aparición de especies de aguas templadas en zonas tradicionalmente frías, y el retroceso de poblaciones de organismos adaptados a bajas temperaturas.
Los impactos del calentamiento no se limitan al ecosistema marino. Las costas del país están cada vez más expuestas a las marejadas, inundaciones y erosión. El informe estima que alrededor de 219 000 viviendas, valoradas en unos 180 000 millones de dólares neozelandeses, se encuentran en zonas de riesgo de inundación costera o fluvial. Además, se calcula que la infraestructura pública expuesta a daños carreteras, servicios básicos y obras costeras representa un valor cercano a 26 000 millones de dólares neozelandeses.
Si las tendencias actuales continúan, algunas regiones podrían experimentar aumentos del nivel del mar de entre 20 y 30 centímetros para 2050. Aunque el informe no lo plantea de forma literal, científicos explican que un incremento de esa magnitud puede hacer que tormentas que antes ocurrían una vez cada siglo se repitan con mucha mayor frecuencia, aumentando el riesgo para las comunidades costeras.
El sector pesquero y acuícola, que aporta más de 1 100 millones de dólares neozelandeses a la economía nacional, también enfrenta un futuro incierto. Las olas de calor marinas se han vuelto más intensas y prolongadas, provocando daños visibles en bosques de kelp, mortandad de peces y alteraciones en la cadena alimentaria. Además, el aumento de la acidez del océano resultado directo de la absorción de dióxido de carbono amenaza a moluscos, corales y otras especies sensibles.
El informe reconoce que todavía existen lagunas en la comprensión científica de cómo interactúan los océanos con el clima, los ecosistemas y los eventos extremos. Sin embargo, las tendencias son claras: los océanos alrededor de Nueva Zelanda se están calentando más rápido, y los efectos se sienten cada vez con mayor intensidad.
Frente a este escenario, los expertos insisten en la necesidad de una respuesta coordinada: reducir emisiones, proteger ecosistemas costeros, invertir en infraestructura resiliente y fortalecer el monitoreo científico. Nueva Zelanda, rodeada de mar por todas partes, se encuentra en la primera línea de un fenómeno global que no da señales de detenerse. Lo que ocurre en sus aguas es un recordatorio de que los océanos, lejos de ser barreras, son un reflejo vivo del estado del planeta.
