Redacción: Inés Arroyo
La energía eólica marina es clave para reducir emisiones y enfrentar el cambio climático. Sin embargo, su expansión enfrenta un problema poco visible: el “robo de viento”. Este fenómeno ocurre cuando un parque eólico ubicado frente al viento reduce la velocidad del aire que llega a otro parque detrás de él, afectando su capacidad para generar electricidad.
Cuando las turbinas capturan la energía del viento, crean una estela que desacelera el aire detrás de ellas. Esta zona con menor velocidad puede extenderse varios kilómetros y disminuir hasta en un 10% la producción del parque situado más atrás. Para proyectos que requieren inversiones millonarias, esta pérdida es significativa.
El crecimiento rápido y la concentración de parques eólicos marinos en zonas como el Mar del Norte y el Mar Báltico agravan este efecto. En el Reino Unido, que planea triplicar su capacidad eólica marina para 2030, se estudia cómo minimizar este impacto. Además, surgen problemas legales porque parques de diferentes empresas o países pueden afectarse entre sí, lo que requiere acuerdos claros para gestionar este recurso compartido.
Este desafío no solo es técnico, sino también político. La falta de regulación puede generar conflictos y afectar la sostenibilidad ambiental del mar. Por eso, expertos insisten en la importancia de la cooperación internacional y una planificación que considere el “robo de viento”.
China, otro líder en energía eólica marina, también busca entender este fenómeno para aprovechar mejor sus parques.
La energía eólica marina es un recurso valioso y renovable, pero su uso eficiente depende de cómo enfrentemos el “robo de viento”. ¿Estamos preparados para colaborar globalmente y proteger este recurso esencial para nuestro futuro?
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