Redacción Ismael Salgado
A orillas del río Delaware, el histórico transatlántico “SS United States” permanece inmóvil, detenido no solo por el óxido que lo cubre, sino por una orden de la “Guardia Costera” que impide su traslado. El icónico barco, famoso por haber sido el más veloz de su época, ha estado varado por décadas y ahora es protagonista de una propuesta controversial, hundirlo frente a las costas de Florida para convertirlo en el arrecife artificial más grande del mundo.
Aunque la idea suena como una forma poética de dar nueva vida a una reliquia, los riesgos asociados han encendido las alertas. Autoridades estadounidenses han advertido sobre serios problemas estructurales en el casco del navío, que podrían poner en peligro su estabilidad durante el trayecto de remolque, además, materiales tóxicos como plomo, amianto y residuos industriales en su interior hacen del “SS United States” una bomba ambiental flotante si no se manejan con extrema precaución.
La propuesta, impulsada por autoridades locales de Florida, incluía llevar el barco desde Filadelfia hasta un astillero en Alabama, donde sería preparado para su hundimiento; Sin embargo, la falta de un plan claro y seguro provocó que se emitiera una orden para detener el movimiento hasta que se cumplan estrictos requisitos técnicos y medioambientales.
El caso pone en evidencia lo complejo que puede ser decidir el destino de un símbolo nacional que, pese al deterioro, aún despierta emociones. Detrás de la polémica hay también una historia de memoria y esperanza. Para muchos, el “SS United States” representa una época de grandeza marítima y orgullo nacional. Pero convertirlo en arrecife requiere algo más que nostalgia, exige responsabilidad con el entorno y con las futuras generaciones, por ahora, el gigante de acero sigue esperando, entre el pasado y la incertidumbre.
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