Redacción: Dania Cruz
Uno de los recursos más esenciales para la vida humana y la vida en la tierra el suelo, está sufriendo una degradación avanzada de manera silenciosa pero constante en la reducción de la capacidad nutritiva, la erosión, la contaminación y el uso intensivo, la amenaza con dejar incapaces a millones de hectáreas productivas en todo el mundo. El suelo no solamente sostiene la agricultura sino también almacena agua, captura carbono, alojan millones de microrganismo y son fundamentales para la biodiversidad, cuando el suelo se deteriora se llega alterar los ciclos naturales, se sufre pérdida de fertilidad y se aumenta los fenómenos como el cambio climático y las sequías.
La desertificación es la degradación de las tierras en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, es una de las consecuencias más visibles de esta crisis, en las zonas secas la explotación excesiva del suelo y el avance del desmonte generan tierras más áridas e improductivas, no solamente afecta a los cultivos sino también a las comunidades rurales que dependen completamente de los ecosistemas para sobrevivir. Esta problemática se suma al uso excesivo de agroquímicos, la compactación por maquinaria pesada y el riego mal planificado cada una de estas actividades contribuyen al deterioro del suelo dejándolo más vulnerable a la erosión y menos capaz de sostener la vida vegetal.
Para revertir la crisis del suelo es esencial recuperar y conservar los suelos posibles que se aplican en las actividades sostenibles, desde los campos hasta las cuidades, la agricultura regenerativa es un elemento clave que promueve las técnicas como, por ejemplo, la rotación de los cultivos, el uso de abonos naturales y la cobertura vegetal para proteger el suelo. Es crucial restaurar los bosques nativos y áreas degradadas, ya que las raíces de los árboles y arbustos ayudan a mantener el suelo firme y retener la humedad, esta cobertura vegetal actúa como una barrera natural frente a la erosión causada por el viento y el agua. También es fundamental la educación ambiental desde la infancia la conciencia sobre el valor del suelo como un recurso limitado y no renovable. Las huertas escolares, los compostajes domiciliarios y la separación de residuos son maneras simples y efectivas de involucrar a la ciudadanía con la protección del medio ambiente.
Cuidar el suelo es una estrategia contra el cambio climático, ya que los suelos sanos capturan el carbono y lo almacenan durante años y reduciendo la cantidad de dióxido de carbono en la atmosfera, pero cuando se degradan liberan gases contaminantes que intensifican el calentamiento global. El suelo fértil es la morada de millones de microorganismos como, por ejemplo, hongos, bacterias, lombrices, insectos y raíces que forman una red subterránea indispensable para la vida, el deterioro del suelo es una problemática global pero la solución inicia desde lo local en compostar los restos orgánicos, apoyar la producción agroecológica y proteger los espacios verdes.
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