Redacción: Ximena Zarahi Moreno Luna
La urbanización global avanza a un ritmo sin precedentes y, con ella, una crisis poco visible pero cada vez más grave: la desaparición progresiva de las especies urbanas. Aunque muchas de estas especies lograron coexistir con el ser humano adaptándose a avenidas, edificios, parques y azoteas, hoy su sobrevivencia enfrenta obstáculos crecientes ligados al cambio climático, el ruido, la contaminación y la pérdida de espacios verdes.
De acuerdo con biólogos urbanos consultados por múltiples observatorios ambientales, varias poblaciones de aves, mamíferos pequeños, reptiles y polinizadores han mostrado descensos significativos en metrópolis de América, Europa, Asia y África. Entre las más afectadas destacan golondrinas, murciélagos frugívoros, lagartijas nativas, abejas silvestres y ciertas especies de mariposas, todas esenciales para el equilibrio ecológico dentro y fuera de la ciudad.
Uno de los factores más determinantes es la reducción acelerada del hábitat. Parques sustituidos por desarrollos inmobiliarios, podas excesivas, pérdida de árboles maduros y el sellamiento del suelo hacen que cada vez exista menos refugio, alimento y rutas de desplazamiento para la fauna. Esto, sumado al aumento de las islas de calor urbanas, provoca un estrés térmico que muchas especies no pueden soportar.
A ello se agrega la contaminación lumínica, que altera los ciclos de alimentación y reproducción, especialmente en aves migratorias, insectos polinizadores y murciélagos. La luz LED blanca de alta intensidad desorienta rutas, interfiere en la búsqueda de alimento y afecta la supervivencia de crías recién nacidas. Organizaciones ambientales han documentado que, desde 2010, algunas poblaciones migratorias han reducido hasta un 40% su presencia en ciudades debido a estos factores.
La contaminación auditiva también juega un papel crítico. El ruido de tráfico, obras y transporte masivo modifica las vocalizaciones de aves que dependen del canto para atraerse, advertirse o defender territorio. Estudios globales indican que especies pequeñas, como gorriones y tórtolas urbanas, están teniendo menos éxito reproductivo debido a que sus vocalizaciones no logran superar el ruido de fondo.
Los expertos advierten que esta pérdida silenciosa compromete no solo la biodiversidad local, sino también la calidad de vida en las ciudades. La fauna urbana ayuda a controlar plagas, polinizar plantas, dispersar semillas y mantener la salud de áreas verdes que a su vez ayudan a regular temperatura y mejorar el aire.
Frente a ello, diversas ciudades del mundo están implementando corredores verdes, techos vivos, jardines para polinizadores, refugios artificiales y regulaciones para disminuir la contaminación lumínica nocturna. Aunque son pasos importantes, especialistas señalan que aún falta una visión integral que ponga a las especies urbanas en el centro de la planificación.
La crisis avanza silenciosamente, pero sus efectos ya son visibles: menos aves, menos insectos y menos vida silvestre entre los espacios que habitamos. La pregunta ahora es si las ciudades actuarán lo suficientemente rápido para evitar que estas especies desaparezcan para siempre del paisaje urbano.

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