Redacción: Inés Arroyo
Entre la noche del 25 y la madrugada del 26 de junio de 2025, Francia sufrió una tormenta eléctrica intensa que dejó dos muertos, 17 heridos y más de un millón de hogares sin electricidad. El fenómeno, uno de los más fuertes en años, afectó regiones como Bretaña, Normandía y la isla de Córcega, donde se registraron vientos de hasta 220 km/h.
La tormenta se formó por el choque entre aire cálido y húmedo del Mediterráneo y un frente frío del Atlántico, condiciones que el cambio climático hace más frecuentes e intensas. Este aumento en la temperatura y humedad crea tormentas más violentas y erráticas, según especialistas en meteorología.
En las últimas décadas, Europa ha visto un aumento en tormentas y fenómenos extremos. Francia no es la excepción, con eventos que afectan viviendas, infraestructura y transporte, y que ahora ocurren con mayor frecuencia.
Los daños fueron considerables: árboles centenarios derribados, estructuras dañadas y evacuaciones masivas, como en Brest, donde más de 1,300 personas tuvieron que abandonar sus hogares temporalmente. En París, las inundaciones causaron cortes de electricidad y paralizaron el transporte público. Las autoridades activaron planes de emergencia y los bomberos realizaron casi 2,000 intervenciones.
El meteorólogo Pierre Dubois afirmó que estos eventos ya no son excepcionales y que la infraestructura actual debe adaptarse para enfrentar el clima cambiante. Para los afectados, como Marie de Normandía, la experiencia fue aterradora: “Nunca habíamos vivido algo así, fue un momento de mucho miedo.”
Esta tormenta es un claro recordatorio de que el cambio climático es una realidad urgente. Sin medidas rápidas para reducir emisiones y fortalecer nuestras ciudades, estos eventos serán cada vez más comunes.
La gran pregunta es: ¿estamos listos para vivir en un planeta que ya no perdona?
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