Redacción: Guicel Garrido
La tecnología fotovoltaica, que resurgió tras las crisis del petróleo y el Protocolo de Kioto, se consolida hoy como la fuente renovable más utilizada a nivel global.

La energía solar fotovoltaica se consolida como una fuente renovable más indispensable para un consumo de energía responsable con el medio ambiente, contrastando el impacto histórico generado por los combustibles fósiles. Aunque el concepto de aprovechar la energía del sol data de la década de 1860, su desarrollo se vio estancado hasta que las crisis del petróleo de 1973 y 1979 forzaron un cambio en la política energética global. Su gran auge, sin embargo, se dio a partir de 1998, impulsado por acuerdos internacionales como el Protocolo de Kioto, que buscaba reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
La adopción de paneles solares ofrece una serie de ventajas que van más allá de lo ambiental. Es una fuente de energía ilimitada y limpia que no produce gases de efecto invernadero, mitigando activamente el calentamiento global. Desde una perspectiva económica, aunque la inversión inicial en componentes e instalación puede ser alta, el costo de aprovechamiento a largo plazo es bajo, permitiendo a hogares y empresas producir energía más económica que la adquirida de la red tradicional.
Su disponibilidad es global, lo que la convierte en una solución ideal para proveer electricidad a lugares aislados o remotos donde el costo de instalar líneas de distribución es prohibitivo. Además de reducir las importaciones energéticas y el uso de combustibles fósiles, el sector contribuye al desarrollo sostenible al generar empleo en las zonas donde se implementa.
La tecnología fotovoltaica, la más desarrollada en la actualidad según la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA), tiene aplicaciones vastas. Se implementa en hogares y empresas para iluminación y reducción de costos, y en sistemas de calefacción solar térmica. El transporte ya se beneficia con vehículos y carreteras impulsados por energía solar.
En la vida cotidiana, encontramos su utilidad en cargadores solares para dispositivos móviles. A nivel de infraestructura, alimenta señales de tráfico y alumbrado público en ciudades. Incluso en lugares remotos, es esencial para el riego de plantaciones mediante bombeo de agua y es el principal método de abastecimiento de energía para satélites en órbita.
La tendencia global es clara: en 2015, 20 de 24 países latinoamericanos que firmaron el Acuerdo de París incluyeron objetivos de generación renovable. Organizaciones como Greenpeace estiman que esta energía podría suministrar electricidad a dos tercios de la población mundial para 2030. La energía solar no es solo el futuro; es el presente de la innovación tecnológica y la sostenibilidad global.
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