Redacción: Fer Valdep
La geoingeniería es el conjunto de intervenciones deliberadas a gran escala en el sistema climático de la Tierra destinadas a contrarrestar algunos efectos del calentamiento global. Estas medidas suelen dividirse en dos categorías principales: eliminación de carbono y modificación de la radiación solar. No obstante, pueden traer consecuencias negativas y no abordan las causas estructurales del cambio climático
Un nuevo estudio de la Universidad de California en Santa Bárbara analizó dos técnicas de modificación solar enfocadas en reducir la cantidad de luz que llega a la superficie terrestre. La primera es la siembra de nubes marinas, que busca hacer más reflectivas las nubes sobre el Pacífico oriental. La segunda consiste en la inyección de aerosoles en la estratosfera, con partículas que se dispersan en las capas altas de la atmósfera. Los investigadores examinaron en particular los efectos de estas medidas sobre el ciclo climático de El Niño–Oscilación del Sur (ENSO).
Los resultados muestran diferencias importantes. Según las simulaciones, la siembra de nubes sobre el Pacífico oriental reduciría la intensidad de ENSO en alrededor de un 61%, un cambio abrupto y potencialmente perturbador para este ciclo climático clave. Además, este método tiende a reducir la lluvia en la región, ya que crea gotas de nube más pequeñas. En cambio, la inyección de aerosoles prácticamente no modificó el comportamiento de ENSO en los modelos, posiblemente porque sus partículas se distribuyen de forma más homogénea a gran altitud.
Ambas estrategias conllevan riesgos adicionales. Al bloquear la luz solar, podrían reducir la actividad fotosintética, afectando la productividad de cultivos, bosques y del fitoplancton marino —base de la cadena alimentaria oceánica y factor clave en la regulación climática global—. Esto no solo compromete ecosistemas, sino también la seguridad alimentaria en regiones vulnerables.
La lección central del estudio, según los investigadores, es que dos métodos con objetivos similares pueden producir efectos regionales radicalmente diferentes. Esta asimetría obliga a evaluar cuidadosamente los sacrificios —ecológicos, sociales y climáticos— antes de considerar cualquier despliegue a gran escala.