Redacción: Andrea Zamora
La Geoingeniería también llamada ingeniería climática agrupa técnicas destinadas a intervenir deliberadamente en la atmósfera, los océanos o los suelos para mitigar los efectos del cambio climático.
Las dos estrategias más discutidas son:
- Manejo de la Radiación Solar (SRM, por sus siglas en inglés): por ejemplo, inyectar partículas reflectantes en la estratosfera o blanquear nubes para devolver al espacio parte de la luz solar.
- Remoción de Dióxido de Carbono (CDR): intentos de extraer CO₂ del aire y almacenarlo, ya sea mediante tecnologías directas o mediante proyectos como grandes plantaciones de biomasa.
Sus defensores ven en estas intervenciones una forma de “comprar tiempo” mientras la humanidad reduce emisiones una especie de emergencia tecnológica ante crisis climática.
Las promesas: ¿qué podría ganar la Tierra?
- Impacto rápido: algunas técnicas podrían enfriar el planeta con más rapidez de la que permitiría cambiar los patrones de consumo o emisiones.
- Reducción del estrés climático: mitigación de olas de calor o eventos extremos, lo que podría salvar vidas y proteger ecosistemas vulnerables.
- Potencial complemento: junto con la reducción de emisiones y políticas verdes, la geoingeniería podría formar parte de una estrategia integral contra el calentamiento global.
En contextos urgentes como el aumento acelerado de temperaturas, algunos científicos y defensores del clima la presentan como una “opción de emergencia” antes de que los efectos sean irreversibles.
Los riesgos: ¿a qué se enfrentaría el planeta?
- Efectos imprevisibles e impactos graves
- Cambios drásticos en patrones meteorológicos: sequías en unas regiones, inundaciones en otras.
- Daño ecológico: alteraciones en ecosistemas, biodiversidad, ciclos naturales, e incluso afectaciones a la capa de ozono.
- Riesgo de un “shock climático”: si técnicas como la inyección de aerosoles se detienen abruptamente, la temperatura podría dispararse de nuevo con gran rapidez.
¿Entonces? ¿Solución o amenaza?
La geoingeniería emerge como una alternativa seductora: promete resultados rápidos y espectaculares. Pero el precio puede ser muy alto. Los riesgos a ecosistemas, clima y equidad global son reales, y los costos de depender de tecnologías tan invasivas sin atacar las causas profundas del cambio climático podrían superar sus beneficios.
Quizás lo más sensato sea considerarla únicamente como un plan de emergencia: un recurso extremo a estudiar con cautela, siempre acompañado de reducciones reales de emisiones, políticas sustentables, justicia climática y una gobernanza global seria.
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