Redacción: MaJo Gutiérrez
Investigadores de la Universidad de Yale han desarrollado un innovador reactor que podría transformar radicalmente el manejo de los residuos plásticos a nivel global. Este dispositivo, basado en un proceso de pirólisis controlada por calor y sin el uso de catalizadores, es capaz de convertir hasta el 66% del plástico post-consumo en combustible y compuestos útiles. Frente a las más de 350 millones de toneladas de plástico generadas anualmente, esta tecnología ofrece una solución más eficiente y económica para reducir el impacto ambiental y recuperar valor de un material que hoy representa un grave problema.
La clave de esta innovación reside en su diseño: un reactor de columna de carbono con poros jerárquicos, fabricado incluso con fieltro de carbono comercial. Su estructura única, con tres secciones de poros de diferentes tamaños (desde 1 milímetro hasta 200 nanómetros), permite un control térmico preciso que fragmenta las moléculas de plástico de manera progresiva y eficiente. Esta característica fundamental evita el indeseado “coking” (formación de depósitos de carbono), un problema común en otros métodos de pirólisis que degrada el sistema y limita su aplicación a gran escala.
A diferencia de las técnicas tradicionales de pirólisis que dependen de catalizadores costosos y con vida útil limitada, el enfoque de Yale elimina esa barrera, haciendo el proceso más limpio y barato. La alta eficiencia de conversión del polietileno en hidrocarburos líquidos útiles como combustibles o precursores químicos y la ausencia de oxígeno durante el proceso reducen significativamente las emisiones contaminantes y la pérdida de energía. Además, el hecho de que se haya logrado un rendimiento superior al 56% con materiales accesibles como el fieltro de carbono comercial, demuestra la flexibilidad industrial y el potencial real de esta tecnología.
Este avance tiene implicaciones profundas y realistas para la mitigación de la crisis climática y la presión sobre los ecosistemas. Podría integrarse en plantas de reciclaje regionales o incluso gestionar plásticos en zonas remotas, descentralizando la gestión de residuos y transformando lo que antes era un contaminante en un recurso energético. El reactor de Yale se posiciona como una herramienta vital para cerrar ciclos productivos, reducir microplásticos y disminuir la necesidad de incinerar o exportar desechos.
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