Redacción: Inés Arroyo
En los próximos años, la transición hacia un futuro sostenible se acelerará con la adopción de energías renovables. Estas tecnologías se perfilan como la solución para enfrentar la crisis climática global. Sin embargo, detrás de ellas se encuentran intereses económicos, políticos y estratégicos que influyen en su desarrollo y adopción.
La energía solar, que convierte la luz del sol en electricidad mediante paneles fotovoltaicos, ha ganado popularidad por su accesibilidad. Empresas como First Solar, LONGi Green Energy y SunPower lideran la producción de estos paneles. Sin embargo, la extracción de materiales como el silicio, el indio y el telurio, esenciales para la fabricación de estos paneles, plantea problemas ambientales. Además, China controla el 80% de la producción de paneles solares, lo que genera tensiones comerciales con Estados Unidos y Europa, quienes buscan diversificar sus proveedores.
La energía eólica, que aprovecha el viento para generar electricidad, también ha crecido significativamente. Países como Dinamarca y España son líderes en su desarrollo, mientras empresas como Vestas, Siemens Gamesa y GE Renewable Energy dominan la producción de turbinas. Sin embargo, la energía eólica enfrenta críticas por su impacto visual en paisajes naturales y por la amenaza que representa para aves migratorias. Además, la instalación de aerogeneradores en zonas rurales y costeras genera tensiones con las comunidades locales, que desean beneficiarse económicamente de estos proyectos.
Las baterías de ion-litio, fundamentales para almacenar energía solar y eólica, dependen del litio, un recurso extraído principalmente en América Latina. La extracción de litio ha causado conflictos por el consumo de agua en regiones áridas, afectando a las comunidades locales. Aunque las baterías de estado sólido podrían revolucionar el sector, aún enfrentan barreras tecnológicas.
El hidrógeno verde, producido mediante la electrólisis del agua con energía renovable, se presenta como una solución para sectores difíciles de electrificar, como el transporte pesado. No obstante, su alto costo de producción y la falta de infraestructura adecuada dificultan su adopción.
La energía nuclear, aunque no siempre considerada renovable, sigue siendo una opción importante para algunos países. Francia, por ejemplo, genera más del 70% de su electricidad a partir de la energía nuclear. Sin embargo, esta fuente enfrenta controversias debido a los riesgos de accidentes y la gestión de residuos radiactivos.
A pesar de los avances, la transición hacia las energías renovables no está exenta de desafíos. Los países compiten por liderar esta transición, lo que ha generado tensiones geopolíticas. China domina la producción de tecnologías clave, mientras Estados Unidos y Europa intentan recuperar terreno mediante políticas industriales y subsidios. Además, las comunidades locales y los grupos ambientalistas exigen que los proyectos renovables se desarrollen de manera más inclusiva y sostenible.
En resumen, aunque las energías renovables son fundamentales para combatir el cambio climático, la transición no está libre de intereses y conflictos. El desafío será garantizar que este cambio hacia un futuro libre de carbono sea justo, respetuoso con las comunidades locales y tecnológicamente equilibrado.
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