Redacción: Alma Cataneo
En un esfuerzo por sortear las sanciones internacionales impuestas tras la invasión a Ucrania, Rusia ha recurrido a un método que ha llamado la atención de expertos en comercio y seguridad marítima: el uso de una «flota fantasma». Este término describe una red de barcos petroleros que operan de manera encubierta para transportar petróleo ruso a mercados internacionales, desafiando las restricciones impuestas por Occidente.
La «flota fantasma» se refiere a barcos que operan sin banderas oficiales, con transpondedores desactivados y rutas clandestinas diseñadas para evitar ser detectados. Estos buques transportan petróleo y otros productos energéticos desde Rusia hacia mercados donde aún se demandan estos recursos, como Asia, Medio Oriente y África.
El uso de esta flota no solo representa un desafío a las sanciones internacionales, sino que también plantea graves riesgos:
- Evasión de sanciones: Permite a Rusia seguir financiando su economía y su esfuerzo bélico mediante la venta de petróleo.
- Riesgos medioambientales: Los barcos que operan clandestinamente suelen ser antiguos y estar mal mantenidos, lo que incrementa la probabilidad de derrames petroleros y accidentes en alta mar.
- Impacto en el mercado global: Al evadir sanciones, la flota fantasma genera competencia desleal en el comercio energético, desestabilizando precios y mercados.
La «flota fantasma» de Rusia es un ejemplo claro de cómo las sanciones internacionales enfrentan desafíos en un mundo globalizado. Mientras las autoridades buscan soluciones para detener estas prácticas, el comercio energético sigue siendo un terreno en disputa donde la tecnología, la diplomacia y las estrategias clandestinas se entrelazan constantemente.
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