Redacción: Naome Zavala
En un desolado valle esculpido por el viento en el Alto Mustang de Nepal, a más de 3.960 metros sobre el nivel del mar, el pueblo budista de Samjung no pereció de un día para otro. Sus habitantes, tradicionalmente dedicados al pastoreo de yaks y ovejas, y al cultivo de cebada bajo imponentes acantilados ocres salpicados de antiguas “cuevas del cielo”, vivían a un ritmo pausado y ancestral. Pero el implacable avance del cambio climático transformó su paisaje, secando sus fuentes de vida y obligándolos a emprender un doloroso éxodo en busca del recurso más vital: el agua.
El problema comenzó de forma insidiosa: las antes nevadas montañas se tornaron marrones y áridas a medida que la nieve disminuía año tras año. Los manantiales y canales que nutrían la vida del pueblo simplemente desaparecieron. Cuando las lluvias finalmente llegaban, lo hacían con una furia descontrolada, inundando campos y desmoronando las casas de barro. Familia tras familia, los residentes de Samjung se vieron forzados a abandonar sus hogares, dejando atrás un panorama desolador de viviendas colapsadas, terrazas agrícolas agrietadas y santuarios olvidados, un esqueleto de lo que alguna vez fue una vibrante comunidad.
Un Clima Implacable en el Techo del Mundo
Las vastas regiones montañosas del Hindu Kush y el Himalaya, que se extienden desde Afganistán hasta Myanmar, albergan la mayor reserva de hielo del planeta después del Ártico y la Antártida. Sus glaciares son la fuente vital de ríos que sustentan a 240 millones de personas en las propias montañas y a otros 1.650 millones río abajo. Sin embargo, estas áreas de gran altitud se están calentando a un ritmo alarmante, superando incluso el calentamiento de las tierras bajas. Los glaciares están retrocediendo y el permafrost se descongela, mientras que la nieve se vuelve cada vez más escasa e impredecible, según el Centro Internacional para el Desarrollo Integral de las Montañas (ICMOD).
Kunga Gurung, de 54 años, es uno de los muchos habitantes del alto Himalaya que ya sienten los efectos irreversibles de esta alteración climática. “Nos mudamos porque no había agua. Necesitamos agua para beber y para cultivar. Pero allí no hay. Tres arroyos, y los tres se secaron”, lamentó Gurung, cuya experiencia resume la desesperación de Samjung. Neil Adger, profesor de geografía humana en la Universidad de Exeter, explicó que el cambio climático está remodelando silenciosamente dónde pueden vivir y trabajar las personas al afectar la agricultura, el acceso al agua y los patrones climáticos. En lugares como Mustang, esto está haciendo la vida insostenible, incluso si la gente no siempre atribuye directamente su partida al cambio climático.
Migraciones Forzadas por la Sed
Samjung no es una excepción. En diversas partes del mundo, el clima extremo está obligando a comunidades enteras a reubicarse, ya sea por la fuerza de tormentas tropicales en Filipinas y Honduras, sequías devastadoras en Somalia o incendios forestales incontrolables en California. Amina Maharjan, especialista en migración de ICMOD, señala que, en las montañas más altas del mundo, muchas aldeas, aunque a veces se mueven distancias cortas, lo hacen impulsadas inevitablemente por la escasez crónica de agua.
La evidencia más contundente del cambio climático en estas regiones son los glaciares en retroceso. Un informe de 2023 advirtió que hasta el 80% del volumen de los glaciares en el Hindu Kush y el Himalaya podría desaparecer en este siglo si no se reducen drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. La ausencia de nieve en el Alto Mustang durante casi tres años ha sido un golpe devastador para la vida y la agricultura de las aldeas de gran altitud. La nieve es crucial para establecer el calendario estacional de siembra de cultivos como cebada, trigo sarraceno y papas, y afecta directamente la salud del ganado. “Es de importancia crucial”, enfatizó Maharjan.
Un Nuevo Comienzo en un Terreno Incierto
Para Samjung, la sequía y las pérdidas comenzaron alrededor del cambio de siglo. Las casas tradicionales de barro, diseñadas para un clima seco y frío, se desmoronaron bajo la intensificación de las lluvias monzónicas, un cambio que los científicos vinculan directamente al cambio climático. Las empinadas pendientes y los estrechos valles canalizaron el agua en inundaciones repentinas, devastando hogares y tierras de cultivo y desencadenando una ola migratoria hace una década.
Reubicar un pueblo, incluso uno de menos de 100 residentes como Samjung, fue una tarea titánica. Era fundamental encontrar un lugar con acceso confiable al agua, cercanía a otras comunidades para apoyo en desastres, y proximidad a carreteras de montaña para el comercio y el turismo. Finalmente, el rey de Mustang, quien aún conserva grandes extensiones de tierra, proveyó un terreno adecuado. Pemba Gurung, de 18 años, y su hermana Toshi Lama Gurung, de 22, apenas recuerdan la mudanza, pero sí la dificultad de empezar de nuevo. Las familias pasaron años recolectando materiales para construir nuevas casas de barro con techos de hojalata, a casi 15 kilómetros de distancia, a orillas del río glacial Kali Gandaki. Solo después de levantar refugios para el ganado y canales de agua pudieron finalmente establecerse en “Nuevo Samjung”.
Aunque la vida es diferente y algunos se han volcado al turismo cerca de Lo Manthang, una ciudad amurallada histórica, la gratitud por el agua no borra la nostalgia. Pemba y Toshi están agradecidas de no pasar horas buscando agua, pero extrañan profundamente su antiguo hogar. “Es nuestro lugar de origen. Deseamos volver. Pero no creo que sea posible jamás”, lamentó Toshi, una triste realidad que resuena en las comunidades forzadas a la migración por un planeta que cambia rápidamente.
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