Redacción: José Sahagún
Desde el momento en que abres tu móvil hasta que haces una búsqueda en la web, la inteligencia artificial ya forma parte de tu rutina. Está en los asistentes, en las recomendaciones de contenido, en correos, documentos, y mucho más. Sin embargo, este aliado invisible tiene un rostro poco visible: su impacto ambiental.
Energía, calor… y desperdicio
Cada uso de IA —desde una simple consulta hasta generar contenido visual— alimenta enormes centros de datos que requieren energía y agua. Son responsables de miles de emisiones de carbono y consumen hasta 18 millones de litros de agua al día en refrigeración. Así, cada pequeño gesto digital deja una huella tangible en el planeta.
¿Más tecnología, más consumo?
Aunque los gigantes de la tecnología trabajan para mejorar la eficiencia, el problema persiste. Como señala la “Paradoja de Jevons”: cuanto más barato y accesible se vuelve algo, más se usa. Así, la eficiencia no necesariamente se traduce en reducción de consumo.
¿Cuánta energía gastan tus clics?
Una sola pregunta a una IA puede consumir 23 veces más energía que una búsqueda tradicional. Un video generado puede usar ¡15 000 veces más! Y aunque ver Netflix una hora es más costoso aún, el uso creciente de IA sigue sumando.
¿Qué podemos hacer?
- Encoge tus peticiones: pide respuestas breves.
- Evita generar imágenes si no son esenciales.
- Empieza tus búsquedas con un “-AI” para evitar sugerencias innecesarias.
- Utiliza IAs locales o menos demandantes, cuando se pueda.
Conclusión
La inteligencia artificial ya es parte de nuestra vida diaria. Nos facilita tareas, expande nuestras capacidades… pero también tiene un costo climático real. Es momento de usarla con conciencia: cada interacción importa.
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