Redacción: MaJo Gutiérrez
Pese al debate sobre su alto consumo energético, la Inteligencia Artificial (IA) está demostrando ser una poderosa herramienta para combatir el cambio climático.

Aunque la Inteligencia Artificial (IA) ha generado un intenso debate ético por su alto consumo energético se estima que los centros de datos de IA representaron el 1.5% del consumo eléctrico mundial el año pasado, con proyecciones de duplicarse para 2030, científicos y empresas están demostrando que esta tecnología también puede ser una poderosa herramienta para combatir el cambio climático. Lejos de ser solo un problema, la IA se está utilizando para optimizar el uso de recursos y energía, ofreciendo un potencial que podría ayudar a compensar su propia huella de carbono. Expertos como Alexis Abramson, de la Escuela de Clima de la Universidad de Columbia, son optimistas, sugiriendo que la eficiencia de procesamiento de la IA evitará que su consumo energético aumente en las tasas más pesimistas.
Una de las aplicaciones más accesibles de la IA es la mejora de la eficiencia energética en hogares y edificios, responsables de aproximadamente un tercio de la contaminación por gases de efecto invernadero en Estados Unidos. Empresas como 75F utilizan la IA para ajustar automáticamente la iluminación, la ventilación, la calefacción y la refrigeración según datos meteorológicos y el uso real del edificio. Esta automatización puede reducir el consumo de energía de un edificio entre un 10% y un 30%, según expertos. En paralelo, la tecnología de Google, a través del Proyecto Green Light, utiliza IA y datos de Google Maps para optimizar la programación de semáforos en ciudades como Boston y al reducir el tráfico de paradas y arranques, el proyecto logra disminuir las emisiones de los vehículos hasta en un 10%, mejorando significativamente la calidad del aire urbano.
La IA también puede programar la carga más eficiente de vehículos eléctricos y dispositivos inteligentes en momentos de baja demanda o cuando hay más energía renovable disponible en la red, evitando la quema de combustibles fósiles en horas pico. En el ámbito de la extracción, empresas como Geminus AI están empleando deep learning y simulación para monitorear redes de pozos de petróleo y gas. La IA sugiere ajustes en compresores y bombas para reducir la quema y ventilación de metano, un potente gas de efecto invernadero responsable del 30% del calentamiento global actual. Esta optimización se realiza en segundos, un proceso que tradicionalmente tomaba horas a los ingenieros.
Finalmente, la IA es crucial para desbloquear recursos de energía limpia que antes eran inaccesibles. La startup Zanskar, enfocada en energía geotérmica, utiliza modelos de IA para comprender el subsuelo de la Tierra. Esta tecnología permite encontrar puntos de actividad geotérmica que la perforación tradicional pasaba por alto, dirigiendo la extracción de vapor para generar electricidad limpia de manera eficiente y constante. “La IA se está convirtiendo en la solución a su propio problema energético”, afirmó Carl Hoiland, CEO de Zanskar, cuya empresa ha logrado reactivar plantas de bajo rendimiento gracias a las predicciones de sus modelos.
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