Las imágenes que evocamos al escuchar “plataforma petrolífera” rara vez incluyen vibrantes ecosistemas marinos. Sin embargo, Eureka, una estructura que ha estado extrayendo petróleo del lecho marino durante casi cuatro décadas, está desafiando este estereotipo. Situada a 12 kilómetros de la costa sur de California, esta gigantesca estructura alberga un ecosistema que rivaliza con los arrecifes de coral naturales.
Inaugurada en 1984, Eureka pronto se convirtió en el anfitrión involuntario de millones de invertebrados que se aferraron a sus pilotes. Con el paso del tiempo, un vasto campo de anémonas, crustáceos y peces hicieron de la plataforma su hogar. “Cada centímetro cuadrado está cubierto de vida marina”, comenta el biólogo Milton Love del Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de California.
A pesar de su origen industrial, el estudio de Love en 2014 reveló que Eureka podría ser incluso más productivo que algunos arrecifes naturales. Su diseño único, con múltiples capas de pilotes planos, imita diferentes profundidades del océano, proporcionando una diversidad de hábitats para la vida marina.
Sin embargo, el destino de Eureka y otras 22 plataformas petrolíferas frente a California es incierto. Con un declive en la producción de petróleo, las empresas enfrentan el dilema de desmantelar completamente estas estructuras o dejarlas como arrecifes artificiales. Mientras algunos argumentan que son esenciales para la conservación marina, otros temen los riesgos ambientales.
El vertido de casi 100,000 litros de petróleo en California ha elevado las preocupaciones. Linda Krop, abogada jefe del Centro de Defensa Medioambiental, plantea preocupaciones sobre las toxinas potenciales liberadas por las plataformas, especialmente en caso de un desastre natural.
Emily Hazelwood, bióloga especializada en conservación marina, sugiere que no todas las plataformas son candidatas para convertirse en arrecifes, pero ve potencial en Eureka. Con recientes descubrimientos de especies en peligro, como el Girasol Gigante del Pacífico, la plataforma podría servir como refugio vital.
A medida que el mundo avanza hacia soluciones energéticas más sostenibles, el caso de Eureka ofrece una perspectiva única sobre cómo las infraestructuras pasadas pueden coexistir con el medio ambiente. La decisión final sobre su destino sentará un precedente para futuras infraestructuras y plantea una pregunta clave: ¿Podemos adaptar nuestras creaciones industriales para trabajar en armonía con la naturaleza?
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