Redacción: Inés Arroyo
La primavera llega antes y el otoño se alarga en muchas ciudades del mundo. El responsable no es solo el cambio climático, sino algo más cotidiano: la luz artificial nocturna. Un estudio publicado en Nature Cities analizó más de 400 ciudades del hemisferio norte y reveló que el alumbrado urbano altera el ritmo natural de las estaciones. En promedio, la primavera comienza 13 días antes y el otoño se retrasa 11 días, comparado con zonas rurales.
Este fenómeno ocurre porque muchas plantas y árboles no solo responden al clima, sino también a la cantidad de luz que reciben. La iluminación nocturna prolonga los días artificialmente, haciendo que las plantas broten antes de tiempo o tarden más en perder sus hojas. El resultado es un ciclo alterado que puede afectar a polinizadores, cultivos y otros procesos naturales.
Investigadores de la Universidad de Vanderbilt, como Lin Meng, señalan que el impacto de la luz artificial es comparable al del calentamiento global en la modificación de los ritmos de la vegetación urbana. También advierten que estos cambios afectan la salud humana. Las temporadas de polinización se alargan, lo que puede agravar alergias y enfermedades respiratorias, especialmente en zonas urbanas.
Otro efecto preocupante es que los desajustes entre plantas y polinizadores pueden dañar la biodiversidad local. Si las flores se abren antes de que lleguen los insectos que las polinizan, muchas especies podrían perder su fuente de alimento, rompiendo equilibrios clave en los ecosistemas urbanos.
Por ello, expertos en sostenibilidad proponen revisar las políticas de alumbrado público. Algunas ciudades ya prueban con luces cálidas, de baja intensidad y con horarios limitados, que reducen el impacto ambiental sin comprometer la seguridad.
La luz artificial mejora nuestra vida cotidiana, pero también influye en procesos naturales que durante siglos dependieron solo del sol. Ahora sabemos que incluso las estaciones están respondiendo a las decisiones que tomamos al iluminar nuestras calles.
¿Hasta qué punto estamos dispuestos a cambiar la naturaleza con tal de mantener la ciudad despierta de noche?
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