Podríamos afirmar que el planeta ha sufrido de fiebre los últimos días, tanto en los océanos como en la atmósfera terrestre; se han registrado temperaturas récord lo cual ha ocasionado que en muchas regiones la sequía no de tregua.
Incendios acaban con importantes zonas boscosas en Canadá generando humo que no sólo ha contaminado el noreste del país, se ha extendido por todo el estado de Nueva York, además, en el estado de Vermont ocurren inusuales inundaciones al grado de declarar una emergencia que amenaza según el meteorológico Nacional de los Estados Unidos a cerca de 25 millones de personas, en Texas y Oklahoma.
También están ocurriendo inundaciones y 11 tornados le pegaron con fuerza a Chicago Illinois.
En medio de todas estas catástrofes se anuncia que la ola de calor continuará de costa a costa en EUA y peor aún, en el mundo entero seguirán las intensas olas de calor. En el otro lado del mundo, también se han presentado inundaciones, en India particularmente.
En un contexto catastrófico como el descrito arriba, se deberá aumentar la producción de alimentos en un 50% para el año 2050.
No se ve fácil, por eso se ha creado un tipo de agricultura que sea adaptable a la variabilidad climática: la agricultura climáticamente inteligente (CSA, por sus siglas en inglés) se trata de un enfoque destinado a ayudar a los productores agrícolas a responder de forma eficaz al cambio climático.
Pretende tres objetivos: aumentar en forma sostenible la productividad y los ingresos agrícolas, adaptarse y crear resiliencia ante el cambio climático y reducir y/o absorber gases de efecto invernadero en la medida de lo posible. Se sabe que el cambio climático tendrá impactos mayores en los países en desarrollo.
Aquí se incluyen los impactos de mayores temperaturas, cambios en los patrones de precipitaciones y fenómenos meteorológicos más frecuentes y extremos. Todos ellos suponen riesgos para la agricultura y el suministro de alimentos y agua. Por esto, la resiliencia es una preocupación predominante, así como la mitigación de gases de invernadero que puede ser un beneficio colateral que fortalecería la adaptación al cambio climático.
Construyamos un ejemplo con el caso de la agricultura en la Comarca Lagunera, ¿cómo podríamos transitarla a una CSA? Asumiríamos en primer lugar que la parte económica de esta agricultura está resuelta, por lo menos en lo que respecta a la agricultura empresarial, aunque no se podría decir lo mismo de los pequeños productores que se arriesgan a sembrar forrajes o cualquier otro cultivo.
Sin embargo, esta misma agricultura es muy vulnerable ya que el pésimo manejo del agua, desde que se adoptó el modelo agroindustrial, convirtió al agua en un factor limitante que hace vulnerable a la agricultura regional y a la sociedad que convive con ella, sin el agua, la Comarca en su conjunto carece de resiliencia para enfrentar los extremos climáticos a los que ya estamos expuestos.
Revisemos en primera instancia el padrón o grupo de cultivos que se producen en la región, ya que estos consumen cerca del 80% del agua total disponible. Por otro lado, los cultivos que predominan son los forrajes tanto perennes como anuales que se destinan casi en su totalidad a la producción de leche de bovinos.
Dentro de este grupo de cultivos que abarcan el 70% de la superficie de cultivo se encuentra la alfalfa, un forraje perenne con grandes atributos de calidad forrajera y de manejo del cultivo, pero con un altísimo consumo de agua, lo cual ya no es un secreto. La alfalfa ocupa además una gran superficie agrícola, aproximadamente 35,000.00 hectáreas, lo cual significa un consumo de agua por hectárea de entre 15,000 y 20,000.00 metros cúbicos según se trate de alfalfa con riego tecnificado por goteo generalmente o con riego sin tecnificación de agua rodada o por gravedad.
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