Redacción: Naome Zavala
Un nuevo informe subraya una alarmante realidad: la seguridad alimentaria global está en jaque. El cambio climático y el consiguiente calentamiento global, impulsados por las emisiones de dióxido de carbono, se perfilan como las principales amenazas para la producción agrícola mundial. Las proyecciones más recientes de la FAO y otras organizaciones internacionales estiman una reducción del 8% en los rendimientos de los cultivos para 2050, una cifra que podría dispararse a más del 20% si las emisiones continúan sin control. Este panorama, particularmente sombrío para los países en desarrollo, reaviva el debate sobre la responsabilidad y las medidas necesarias para frenar un deterioro inminente.
Una disminución inevitable en la producción agrícola
Los científicos son categóricos: un aumento de las temperaturas medias a nivel global se traducirá directamente en una menor capacidad de producción agrícola en todas las regiones del mundo. Esto implica una disminución generalizada de los rendimientos por hectárea, afectando gravemente a cultivos vitales para el sustento de la humanidad. Incluso con esfuerzos significativos para mitigar el calentamiento, esta reducción parece inevitable, planteando un desafío sin precedentes para alimentar a una población mundial en constante crecimiento.
El maíz y el trigo: entre los más afectados
Los análisis exhaustivos, que abarcan más de 12,000 regiones en 55 países y se centran en cultivos clave como el trigo, maíz, arroz, cebada, soja y mandioca, pintan un cuadro preocupante. Existe una probabilidad del 70% al 90% de que, para finales de siglo, los rendimientos de estos alimentos básicos disminuyan. En el caso del maíz, se proyectan caídas de hasta un 40% en zonas críticas como Estados Unidos, China y partes de África y Oriente Medio. El trigo no se salva, con pérdidas estimadas entre el 15% y el 25% en Europa y Sudamérica, y hasta un 40% en gigantes agrícolas como Estados Unidos y Rusia.
Desafíos adicionales: sobreexplotación del suelo y demanda creciente
La crisis de rendimientos se agrava por otros factores pre-existentes. A pesar de los avances científicos en genética y tecnologías de laboreo, la agricultura global lucha por satisfacer la demanda de una población creciente. Además, la salud del suelo es un factor determinante. Décadas de sobreexplotación, a menudo impulsada por el uso excesivo de fertilizantes y la negligencia de prácticas sostenibles como la rotación de cultivos, han llevado a la mineralización y agotamiento de las tierras. Esto no solo aumenta los costos de producción, sino que compromete la capacidad futura de los suelos para producir alimentos.
El legado de la tierra: una responsabilidad compartida
La FAO es clara en su mensaje: la tierra no es una propiedad transitoria de una generación, sino un patrimonio heredado que debe ser conservado para las futuras. Las decisiones individuales de los agricultores son cruciales, ya que sus prácticas diarias determinan la productividad a largo plazo de los suelos. Es imperativo que se adopten enfoques que prioricen la sostenibilidad, garantizando que este recurso vital pueda seguir alimentando al mundo en los siglos venideros. La urgencia de un cambio de paradigma en la agricultura es innegable para asegurar nuestro futuro alimentario.
¿Te gustó nuestra nota? ¡Contáctanos y deja tu comentario! AQUÍ
Conoce nuestra red ANCOP Network AQUÍ