Redacción: Enrique Hernández
En las últimas dos décadas, la Selva Maya ha sufrido una alarmante pérdida del 33% de su cobertura forestal, siendo la región de Petén en Guatemala la más afectada debido a la expansión de la industria ganadera. Esta deforestación masiva amenaza la biodiversidad y los servicios ecosistémicos que esta selva proporciona.
La Reserva de la Biósfera Maya, que abarca gran parte de esta selva, ha sido escenario de actividades como perforaciones de gas y petróleo, tala, minería y, predominantemente, la ganadería. Aunque desde 2009 las autoridades guatemaltecas han implementado esfuerzos para recuperar y proteger áreas específicas, como la carretera a Carmelita, los desafíos persisten debido a factores económicos y la creciente demanda de productos como el aceite de palma.
La pérdida de la Selva Maya no solo afecta a Guatemala, sino que también tiene repercusiones en México y Belice, países que comparten este vital ecosistema. La deforestación impacta negativamente en la regulación del clima, la conservación del suelo y la provisión de agua, servicios esenciales para las comunidades locales y la fauna silvestre.
Para contrarrestar esta tendencia, es crucial implementar estrategias de conservación y reforestación sostenibles que involucren a las comunidades locales, promuevan prácticas agrícolas responsables y fortalezcan las políticas públicas orientadas a la protección ambiental.
La colaboración regional y el compromiso internacional son fundamentales para asegurar la preservación de la Selva Maya y sus invaluables recursos naturales. La situación de la Selva Maya es un llamado urgente a la acción conjunta de gobiernos, organizaciones no gubernamentales y sociedad civil para proteger uno de los pulmones verdes más importantes de América Latina, garantizando así un futuro sostenible para las próximas generaciones.
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