Redacción: Raquel García

La crisis hídrica en el norte de México se ha agravado notablemente en 2025, convirtiéndose en un problema urgente que afecta a millones de personas, productores agrícolas y ganaderos. La escasez de agua se debe principalmente a una sequía que ya lleva más de dos años persistente, acompañada de temperaturas extremas y un déficit significativo en las presas de la región, algunas con niveles mínimos históricos por debajo del 10%. Estados como Chihuahua, Sonora, Sinaloa, y Baja California enfrentan racionamientos y restricciones severas ante esta situación crítica.
Entre las causas de esta crisis destacan la combinación de fenómenos climáticos como La Niña, que ha reducido las precipitaciones, junto con la sobreexplotación de acuíferos subterráneos para uso agrícola y urbano. También inciden factores como la deforestación e incendios forestales que degradan las cuencas naturales y afectan la recarga de los cuerpos de agua. La infraestructura hídrica en la región es insuficiente y está deteriorada, lo que agrava la pérdida de agua y limita la capacidad para almacenar y distribuir el recurso.
El impacto de la crisis es severo en la producción agrícola y ganadera que es vital para la economía local y nacional. Muchos productores han dejado morir ganado ante la imposibilidad de abastecerlos de agua; otros enfrentan incrementos considerables en costos de extracción al perder subsidios en energía eléctrica para pozos. Además, las comunidades urbanas y rurales experimentan cortes en el suministro y escasez crítica, lo que afecta desde consumo doméstico hasta la higiene pública. El déficit hídrico también causa migración de fauna en busca de agua, y pérdidas ecológicas que alteran los ecosistemas locales.
El escenario actual demanda acciones inmediatas de conservación, inversión en infraestructura y gestión sustentable del agua, además de políticas que incentiven la reforestación y la protección de cuencas. Algunos expertos señalan que la ausencia de lluvias prolongadas hace necesario implementar tecnologías para captación y reutilización, junto con un manejo integral del recurso hídrico que incluya educación ambiental para evitar su desperdicio. Sin estas medidas, el norte de México seguirá vulnerándose frente a sequías futuras que posiblemente sean cada vez más severas.
Nos encontramos frente a una emergencia multifactorial que pone en riesgo el desarrollo social y económico de varias regiones. La combinación de la sequía prolongada, el mal manejo y la sobreexplotación del recurso exige respuestas urgentes con enfoques integrales para proteger a las comunidades, la producción y los ecosistemas vitales para la sustentabilidad del país.
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