Vida Natural

Osos en la ciudad, el desafío urbano forestal de Monterrey 

Redacción:  Javier Escárcega  

La presencia del oso negro americano en la Zona Metropolitana de Monterrey se ha convertido en un fenómeno cada vez más visible, alimentado por constantes avistamientos documentados en redes sociales y estudios científicos que alertan sobre la interacción creciente entre fauna silvestre y áreas urbanas.  

Monterrey 3

La investigadora Katya Ortiz, veterinaria especializada en Manejo de Fauna Silvestre, ha estudiado los patrones de interacción del oso negro americano en Monterrey, destacando la importancia de abandonar la idea del “oso amigo”. De acuerdo con su análisis, la presencia creciente de estos animales en calles, fraccionamientos e incluso espacios universitarios no responde a comportamientos amistosos, sino a la búsqueda de recursos ante la presión sobre su hábitat original. 

Ortiz explicó que la expansión urbana sobre el ecosistema natural del oso, especialmente en Áreas Naturales Protegidas como el Parque Nacional Cumbres de Monterrey, ha provocado que los encuentros sean inevitables. El estudio señala que una gran proporción de avistamientos ocurre en zonas con niveles socioeconómicos altos, donde los espacios amplios y el fácil acceso a comida resultan atractivos para los ejemplares que abandonan temporalmente el bosque. 

La especialista detalló que Monterrey cuenta con colonias colindantes al Parque Nacional Cumbres de Monterrey, lo que crea una interfaz urbano-forestal que los osos aprovechan para desplazarse. En esta franja, donde la ciudad y el bosque se entrelazan, los animales encuentran recursos accesibles y rutas de movimiento que antes no existían en entornos tan intervenidos por el ser humano. 

La investigadora también señaló que la delimitación del Parque Nacional Cumbres de Monterrey redujo su superficie original de 246 mil 500 a 177 mil 395 hectáreas. Esta pérdida de casi una tercera parte de su territorio en el año 2000 disminuyó significativamente el espacio disponible para especies como el oso negro americano, obligándolas a desplazarse hacia zonas urbanizadas para sobrevivir. 

Finalmente, Ortiz advirtió que este recorte territorial ha facilitado la aparición de desarrollos inmobiliarios junto a la montaña, donde se concentran numerosos avistamientos de acuerdo con datos de Parques y Vida Silvestre en Nuevo León. La combinación de hábitat reducido, expansión urbana y accesibilidad a recursos urbanos ha dado lugar a una convivencia inevitable que exige estrategias de manejo y educación ambiental para reducir riesgos tanto para la población como para los propios osos. 

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