Durante años, la pregunta sobre si las plantas pueden sentir dolor ha despertado curiosidad y debate. Aunque no poseen cerebro, nervios ni receptores del dolor como los animales, los descubrimientos recientes han revelado que las plantas son mucho más sensibles y reactivas de lo que imaginábamos.
Redacción: Naomi Vargas

Desde las carnívoras hasta las ornamentales, todas las especies vegetales son capaces de percibir su entorno. Reaccionan ante el tacto, el viento, la luz, la falta de agua o incluso frente a un daño físico. No se trata de “sentir” dolor, sino de responder al estímulo a través de complejos sistemas internos que la ciencia sigue explorando.
De acuerdo con investigaciones de la Universidad de Melbourne (Australia), las plantas cuentan con un sistema sensorial propio que les permite reconocer cambios en su ambiente y actuar en consecuencia. Por ejemplo, si una planta enfrenta vientos constantes, modifica su forma para resistir mejor. Si una raíz tropieza con una roca, crece alrededor de ella, buscando sobrevivir.
El doctor Kim Johnson, experto en biociencias, explica que la epidermis vegetal —una especie de “piel” natural— cumple un papel clave en esta sensibilidad. Protege del exterior y capta señales ambientales como temperatura, presión y humedad, permitiendo que la planta reaccione con precisión.
Entre los ejemplos más conocidos está la dionea atrapamoscas (Dionaea muscipula), cuyas trampas se cierran en menos de un segundo al detectar a su presa. También la mimosa sensitiva (Mimosa pudica), que retrae sus hojas al mínimo contacto, una defensa natural ante posibles herbívoros.
Por su parte, científicos de la Universidad de Lund (Suecia) han estudiado cómo las plantas experimentan estrés. En 2022, identificaron genes que se activan cuando una planta es tocada o expuesta al viento, liberando hormonas de defensa como el ácido jasmónico. Estas reacciones no significan que sientan dolor, pero sí muestran una forma avanzada de percepción y adaptación.
Los estudios han demostrado que las plantas son capaces de “comunicarse” internamente: envían señales químicas para advertir de un daño o regular su crecimiento. En algunos casos, estos mecanismos pueden ayudar a mejorar la productividad agrícola, haciendo a las plantas más resistentes ante el cambio climático y las condiciones extremas.
En conclusión, la ciencia confirma que las plantas no sienten dolor como los humanos o los animales, pero sí detectan, reaccionan y se adaptan a su entorno con una inteligencia natural impresionante. Su vida silenciosa es, en realidad, un complejo diálogo con el ambiente que las rodea.

¿Te gustó nuestra nota? ¡Contáctanos y deja tu comentario! AQUÍ
Conoce nuestra red ANCOP Network AQUÍ