Ante el dominio chino en el sector eólico global, los expertos del CITE25 exigieron medidas urgentes para simplificar trámites.
Redacción: MaJo Gutiérrez

Pamplona se convirtió esta semana en el epicentro del debate sobre la soberanía energética europea con la celebración del IV Congreso Internacional de la Industria para la Transición Energética (CITE25), organizado por Enercluster. Más de 400 profesionales y líderes políticos coincidieron en un diagnóstico crucial: Europa debe pasar a la ofensiva para evitar convertirse en un mero cliente tecnológico de Asia, particularmente de China. La preocupación central es que el boom de la transición energética se traduzca en dependencia de cadenas de valor externas. El ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu, resumió la postura política al afirmar que “la defensa de nuestras libertades necesita un sustrato de poder económico”, insistiendo en que la reindustrialización y la descarbonización son un único camino para la autonomía estratégica.
Durante el congreso, los líderes de la industria eólica lanzaron una advertencia clara: China ya controla más de la mitad de la potencia eólica global y aumenta su cuota en mercados internacionales. José Luis Blanco (CEO de Nordex Group) calificó esta situación como una “amenaza inminente”. La respuesta europea, según los expertos, no debe ser imitar el gigantismo chino de turbinas de 20 GW, sino reforzar la ventaja competitiva en fiabilidad, reciclabilidad y estándares globales. Propusieron acelerar licencias, invertir en redes e infraestructuras, y priorizar a proveedores locales. El mensaje fue unánime: no basta con que los aerogeneradores estén en suelo europeo si la tecnología, la manufactura y el conocimiento no son desarrollados en el continente.
El debate también se centró en el marco regulatorio y las prácticas comerciales desleales. Silvia Gavorníková de la OCDE reveló un dato contundente: la tasa de subvención del acero en China es cinco veces superior al promedio de otras potencias, lo que crea un terreno de juego desequilibrado. En contraste, Mike Carr (SEMA) explicó cómo la Inflation Reduction Act (IRA) de EE. UU. ha disparado la instalación de fábricas y centros de datos, demostrando el poder de los incentivos ligados a la producción local. Ante esto, la vicepresidenta ejecutiva para la Transición Limpia, Teresa Ribera, prometió un Fondo de Competitividad de 409,000 millones de euros y un banco de descarbonización, asegurando que Europa tiene el capital, pero necesita velocidad para recuperar su autonomía industrial.
El congreso concluyó con un claro llamado a la acción. Los expertos, incluyendo a líderes de Acciona, EDP y Repsol, señalaron que la transición va más allá de instalar megavatios. Las líneas maestras para revertir la tendencia de dependencia son: 1) Construir redes y capacidad de almacenamiento a un ritmo acelerado; 2) Ligar los incentivos públicos al contenido local y la autonomía tecnológica; y 3) Transformar la innovación europea en manufactura europea. El presidente de Enercluster, Aitor Erquicia, recogió el desafío: “El futuro es de quienes lo construyen”. El mensaje final de Pamplona es claro: Europa enfrenta el dilema histórico de reindustrializar su cadena de valor renovable o resignarse a la dependencia.
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