Redacción: Inés Arroyo
El 26 de enero, Día Internacional de la Energía Limpia, invita a reflexionar sobre el camino hacia un futuro más sostenible. Esta fecha, instaurada por la ONU en 2009 para conmemorar la fundación de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), destaca la urgencia de un cambio hacia fuentes limpias de energía de manera inclusiva. En este contexto, México enfrenta desafíos cruciales para cumplir con sus objetivos energéticos.
El país tiene metas ambiciosas para 2030, como generar el 45% de su energía a partir de fuentes renovables y reducir un 22% las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, los avances han sido lentos y los retrocesos evidentes. La meta intermedia del 35% de generación limpia para 2024 parece cada vez más lejana. De hecho, la participación de energías limpias cayó del 31.2% en 2022 al 24.32% en 2023, lo que refleja una fuerte dependencia de los combustibles fósiles.
El crecimiento poblacional, la industrialización acelerada y el fenómeno del nearshoring han incrementado la demanda energética, especialmente en estados como Nuevo León, Coahuila y Chihuahua. A pesar de los avances en energía solar, que se ha consolidado como una opción renovable accesible y económica, los desafíos continúan.
En este escenario, las microrredes energéticas se presentan como una solución clave. Permiten a comunidades y empresas generar su propia energía de manera independiente, reduciendo costos y mejorando la sostenibilidad, especialmente en áreas marginadas. Además, el fenómeno de los “prosumers” (consumidores que también producen energía) está transformando el panorama energético, aunque este modelo aún necesita más impulso en México.
A nivel global, la transición energética también enfrenta obstáculos. La OPEP ha revisado a la baja sus previsiones de demanda de petróleo, lo que refleja una tendencia a reducir el uso de combustibles fósiles. Sin embargo, informes de IRENA advierten que incluso si se cumplen todos los compromisos actuales, aún existiría una significativa brecha de emisiones hacia 2050.
Para México, el desafío no solo radica en ampliar la capacidad de energías limpias y mejorar la infraestructura eléctrica, sino también en asegurar que las comunidades más vulnerables participen de manera justa en este cambio. Como señala Aidana Velázquez, de Enlight, “la transición energética debe ser vista como una oportunidad para posicionar al país como un referente de innovación y sostenibilidad”.
Con un esfuerzo conjunto entre el gobierno, el sector privado y la sociedad, México tiene el potencial de ser un modelo en sustentabilidad y desarrollo equitativo, demostrando que un futuro más limpio y justo es posible.